Por Oscar Andrés De
Masi
Para Viaje a las
Estatuas, julio 2024
Marco histórico:
Para ubicar a los ritos protestantes en el cuadro
del desenvolvimiento histórico de la Argentina en el siglo XIX, partimos de la
afirmación de Antonino Salvadores, en el sentido de que “el Protestantismo,
que en 1810 carecía de significación social, en 1830 aparecía como una fuerza
respetable…”.
Ciertamente, los nuevos aires liberales que
soplaron desde la Revolución de Mayo y, especialmente, en la época de Rivadavia
(cuando se firmó el Tratado de Amistad y Comercio con Gran Bretaña), atrajeron
al Río de la Plata a migrantes de naciones y ciudades en las cuales el
Catolicismo Romano no era ni la religión oficial ni la mayoritaria. Se
agrietaba, de este modo, la unidad monolítica del culto virreinal, atada al
régimen del Patronato regio y la fuerte unidad entre los poderes civil y
eclesiástico.
En el contexto de la gobernación de don Juan
Manuel de Rosas, fue fundada en Buenos Aires, en el año 1836, la primera
congregación de metodistas, por el pastor norteamericano John Dempster. Al
comienzo fue una iglesia de colectividad angloparlante (The Methodist
Episcopal Church in BA), y su predicación y culto se oficiaban en idioma
inglés para satisfacer las demandas de etnicidad de los residentes o los
visitantes norteamericanos, que no eran pocos por aquel entonces.
Es un dato curioso, que debe remarcarse, el hecho
de que desde 1821, ya antes del establecimiento del primer lugar de culto
metodista, se utilizara su ritual funerario en el primer Cementerio Protestante
de Buenos Aires, según la ya clásica crónica titulada Cinco años en Buenos
Aires por un inglés.
El primer lugar de culto público metodista se
ubicaba, desde 1842, en la calle Cangallo (hoy Presidente Perón), frente
al paredón lateral de la Iglesia de la Merced. Fue el tercero de los templos
protestantes que se levantaron en Buenos Aires, precedido por las iglesias
anglicana y presbiteriana.
Los registros de Bautismos, Matrimonios y
Entierros que comenzaban a aumentar, fueron debidamente organizados y hasta
duplicados con datos adicionales por el pastor William Norris, llegado desde
Montevideo, precisamente, en 1842.
Uno de los primeros bautizados fue William Henry
Hudson, nacido en la chacra de “los 25 ombúes”, en el partido de Quilmes, el 10
de octubre de 1841. Más tarde, este párvulo llegaría a ser un importante
escritor y naturalista.
Años después, el pastor Dr. William Goodfellow
mantuvo lazos estrechos con Sarmiento (cuyas simpatías por la cultura política
y la educación en Norteamérica son conocidas), y fue comisionado por éste, en
1868, para contratar maestras norteamericanas en los Estados Unidos de
Norteamérica. También propició la instalación de la American Bible Society,
una de las principales sociedades difusoras de Biblias con objetivos
misioneros; y fue el responsable de la formación de dos de los mayores
artífices de la obra misionera metodista posterior: John Francis Thomson y
Guillermo Tallon.
Es un hito remarcable el 9 de junio de 1867,
cuando Thomson inició la prédica en idioma castellano, que resultó sumamente
atractiva y alcanzó a colmar los servicios. Fue el primer culto disidente que
adoptaba el idioma local para la predicación. Ello favoreció su expansión en
diversas partes del territorio nacional y entre los sectores populares.
El
segundo templo de la Primera Iglesia Metodista
En ese proceso de desarrollo de la Congregación
germinó la idea de la construcción de un templo más apto para las nuevas
necesidades y representaciones simbólicas, en reemplazo del mencionado primer
lugar de culto en la calle Cangallo. Si bien la comunidad se mudó en 1872
a Corrientes n.º 718, como el templo no estaba concluido, debieron celebrarse
los cultos en el salón parroquial.
El diario El Nacional del 27 de abril de
1872, en su página 2, señalaba que debido a la delicadeza de los trabajos
restantes (se refiere a la talla y los encastres de la cubierta de madera) la
obra iba a demorarse aún por más tiempo, como de hecho así fue.
Es tradición que la construcción de la armadura
del techo fue auxiliada por carpinteros-marineros daneses de paso por Buenos
Aires o varados en este puerto.
Con este techo, se honra acabadamente el ya
conocido dictum del crítico Nikolaus Pevsner, en el sentido de que el
esplendor y la riqueza estructural de las iglesias parroquiales neogóticas
inglesas vienen dados por aquellos techos de madera trabajada, que hoy
lucen como tan identitarios.
Pero el empuje de esa cubierta provocó
inmediatamente grietas en los muros, que debieron consolidarse mediante los
corpulentos contrafuertes que se observan en la misma fachada y que refuerzan
exteriormente la maciza impronta neogótica del edificio.
En cualquier caso, la preservación de esta
armadura que he de rotular como hammer-beam-roof (con el empleo visible del arco gótico a modo
de hammer-brace y otras piezas estructurales como braces, rafters,
collars, side-posts, collar-braces y upper collar) se postula como una nota
de autenticidad del edificio.
El templo pudo, finalmente, ser dedicado el 1.º
de marzo de 1874, vale decir, hace ciento cincuenta años, cuando la calle Corrientes era
angosta. La autoría proyectual permanece como incógnita, aunque ha sido
atribuida por la Prof. Ofelia Manzi, de modo provisorio, a Enrique Hunt.
Alberto De Paula, por su parte, no arriesgaba ninguna hipótesis, salvo que el
autor sería un arquitecto británico.
Notas estéticas del edificio del templo
Exterior
Realizada en lenguaje neogótico, la
particularidad de su fachada (si la comparamos con el anterior templo
protestante neogótico porteño, que es la Iglesia Alemana de la calle Esmeralda)
es su asimetría, toda vez que a la derecha del observador se alza una esbelta
torre que remata en una aguda flecha coronada por una cruz de hierro. Esta
torre, consistente con la tendencia verticalizante y monumental del conjunto
es, además, una rareza, porque fue la primera que se autorizó para un templo
protestante, siendo que sólo las iglesias católicas romanas podían ostentar
torres.
El Arq. Alberto S. J. de Paula (primer
historiador de la arquitectura que se ocupó de los templos protestantes en el
Río de la Plata) ha señalado que las faldas de la flecha que se interpenetran
con el volumen de la torre, dan a ésta una pureza estilística y un sentido de
verticalidad poco frecuentes en este tipo de campanarios, tratados con
frecuencia como una virtual yuxtaposición de un cono sobre un prisma.
Si comparamos el estado actual de la torre con
fotos antiguas, veremos que en lugar del óculo cuatrifoliado del gablete de la
torre, existía un ventanuco de silueta ojival.
En el centro del muro de la fachada, rematado su
gablete por una cruz latina nimbada (diferente de la cruz original, más
elongada), existe un bello y monumental ventanal de contorno ojival, de tres
paños de vitral lanceolados; y se ubicó otro, similar, en el contrafrente.
Arcos apuntados con relieve de molduras enmarcan el conjunto de la fenestración
y acentúan la direccionalidad vertical. Por encima del vitral, una pequeña
abertura ojival encierra un trifolio, calado de manera semejante a una
tracería. Por alguna razón, en intervenciones muy posteriores, ese ventanuco se
ha despojado de su alféizar saliente, aunque conservó las molduras de su
contorno con función de dripstone o weather-moulding.
El gablete principal está acompañado por una orla
paralela a la inclinación de la cubierta, donde se suceden pequeños crochets,
lo mismo que en los gabletes menores de los pináculos, que carecen de esos
característicos adornos en sus clivajes, aunque exhiben un curioso fleurón a modo de finial. Pero la
comparación del estado actual de la fachada con imágenes de época permite
observar su ausencia en el momento original. También difiere, según las
fotografías antiguas, el ápex el frontón-gablete mayor, que ahora es una
ojiva-peana para la cruz de coronamiento, y antes, era un cuerpo escalonado. En
cualquier caso, las intervenciones posteriores parecen haber adosado la moldura
de contorno del gablete sobre el plano preexistente.
También es remarcable la plasticidad que aportan
los dos porches de escasa profundidad, adosados al frente como cuerpos
salientes, y que marcan los accesos laterales al edificio. Se los ha cerrado
con rejas de seguridad.
Una hermosa verja de hierro forjado, formando
paños entre pilares con pináculos góticos, delimita el predio respecto de la
línea municipal. La reja, original, viene decorada y rematada con motivos
medievalistas florales de tono victoriano y gran belleza, sobre una cinta a
modo de zócalo, donde se reiteran los cuatrifolios.
Es llamativa la escalinata central de peldaños de
mármol, que adopta la forma de un crepidoma con gesto curvo. A ella se
accede por un umbral central de dos escalones de mármol. Estos elementos se
conservan originales. Los pilares de acceso central sostienen una pieza de
hierro tubular con forma de arco, para sostén del farol. Es una marca epocal
digna de destacarse.
También es una rareza el murete que sostiene la
verja, revestido por completo con placas de mármol gris y blanco, que ya se
observan en fotografías antiguas.
En el solado del atrio lucen baldosas de granito
con una cinta o filete rosado. Antes eran mosaicos calcáreos de composición
ajedrezada.
Aunque sometida a la agresión visual de la
medianería a ambos lados y habiendo mermado su preeminencia como edificio de
mayor tamaño en esa cuadra, sin embargo entiendo que la Iglesia mantiene su
prestancia y retiene en parte su rol protagónico urbano merced a su elevación,
a su marcada verticalidad, a su volumetría compacta y al retiro de la línea
municipal.
Sin duda, el miembro que más ha sufrido la
desamortiguación visual provocada por el muro contiguo en altura, es la torre a
la derecha, toda vez que el lateral izquierdo de la fachada queda separado del
edificio vecino por un pasillo, sobre cuya entrada se ha colocado una reja moderna,
por razones de seguridad. También en este acceso se han reemplazado los
escalones originales de mármol por otros de granito, que no guardan
consistencia de lenguaje y materialidad con el resto de las escalinatas. Se
recomienda su modificación.
Por su parte, la entrada del lado derecho ha sido
bloqueada por una instalación comercial, de suyo removible, como sería
aconsejable que ocurriera, a efectos de recuperar, siquiera en parte, el
amortiguador sobre ese flanco.
Interior
El interior es de una sola y amplia nave (20 m x
13,5 m), donde se destaca el ya mencionado techo de madera tallada, que De
Paula conceptuaba como uno de los mejores en su género existentes en nuestro
país.
El factor de calidez interior está dado por la
impronta de esta techumbre, los vitrales laterales de colores (donde prevalecen
los azules y los rojos en las tramas geométricas y vegetales), y el piso de
tablas de madera de pinotea.
Mobiliario y Vitrales
Se destacan los bancos de madera, que en la parte
central, forman una graciosa curva que otorga un visible dinamismo a la
espacialidad ortogonal de la nave. Su estado de conservación auténtico es
destacable.
También se destaca el sector del presbiterio-altar,
separado del resto de la nave por una plataforma/claustra de madera maciza. Por
detrás, sobre el muro testero, se observa una graciosa arcatura ojival de siete
arcos apuntados.
En cuanto a los vitrales (sobre el altar, los
laterales y los de fachada), presumiblemente fabricados en Inglaterra, también
son componentes artísticos auténticos. Lamentablemente, la construcción
levantada como casa pastoral por detrás del muro del altar, años más tarde,
obstruye la iluminación natural del vitral. Lo mismo cabría decir de las
instalaciones intrusivas en el pasillo de la derecha de la fachada, cuyo retiro
recomiendo al doble efecto de reintegrar la ingresión de la luz natural y
facilitar la aireación del muro, sumamente afectado por la humedad.
Sin perjuicio de ello, como dije antes, permanece
la pieza artística de vitreaux original, allí y en los otros lados del
polígono del templo.
El órgano de tubos
Conociendo el aprecio de las congregaciones
protestantes por el canto y la música al servicio del culto, la Primera Iglesia
Metodista cuenta con un importante órgano de tubos inglés Forster & Andrews
fabricado en 1882 e inaugurado un año después. Por el porte de sus partes de
alzada y su elevación sobre una plataforma, interfiere en la visión de los
paños laterales del vitral, que ya existían cuando el instrumento fue
emplazado. Pero el efecto mayestático de su ubicación, sumado a su mueble de
madera en consistencia de lenguaje expresivo historicista es impactante.
En cualquier caso, el excepcional órgano de tres
teclados y pedalera, ha sido restaurado hace varios años (2009) y ha sonado en
conciertos y grabaciones. Su curador actual es el maestro organista Rafael
Ferreyra, quien considera que este instrumento de 1.700 tubos distribuidos en
28 registros es “una joya histórica en la ciudad de Buenos Aires”. La
razón de su aserto es, no sólo la calidad sonora y el diseño de su mueble, sino
también el haber preservado su sistema mecánico original de accionamiento
mediante varillas.
Debe mencionarse, como marca de memoria, una
placa de recuerdo a Henry George Wellby (1862-1936), quien prestó servicios
como organista y maestro del coro de esa iglesia durante 41 años, entre 1891 y
1932.
Salón parroquial
En cuanto al salón parroquial, la particularidad
de este amplio espacio de impronta industrial o ferroviaria británica, son sus
sólidas columnas metálicas de sección trifoliada, cuyas basas y capiteles son
del mismo material, y que permanecen en condiciones auténticas hasta el
presente, salvo la aplicación posterior de pintura superficial roja, removible.
Continuidad en el uso original:
La Primera Iglesia Metodista es hoy una
congregación o parroquia de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina.
Un dato remarcable de este conjunto de dos
edificios (templo plus salón parroquial) es la continuidad en su uso
congregacional, desde los orígenes. El templo ha estado siempre al servicio del
culto y de la cultura musical de Buenos Aires; y el salón parroquial ha servido
siempre como espacio de reunión de la congregación e, incluso, en momentos de
indisponibilidad del templo, allí se han celebrado servicios, aún en épocas
recientes.
Además, en este espacio de la Primera Iglesia
Metodista nacieron diferentes iniciativas de asistencia mutua o de beneficencia
e, incluso de protección de los animales.
Componentes de Patrimonio inmaterial:
Interesa prestar atención no sólo a los valores
patrimoniales materiales de este conjunto edilicio, sino, también, a sus valores
como patrimonio inmaterial asociado históricamente a una colectividad, a su
idioma y a su rito religioso identitario, que luego se integraron plenamente a
la sociedad local.
Desde el comienzo, y aún cuando ya se utilizaba
el idioma castellano en las predicaciones, el edificio de la avenida Corrientes
fue denominado el templo o la iglesia “de los norteamericanos”, “the
American Church”, señalando de este modo y con esta nota de pertenencia, un
factor de etnicidad epocal persistente, en un contexto de diversidad de ritos
donde las primeras colectividades protestantes establecidas en el Río de la
Plata ya habían logrado levantar sus lugares de culto público. De este modo,
mientras los británicos anglicanos asistían a la Pro Catedral (luego Catedral)
de San Juan Bautista, los presbiterianos escoceses asistían a la iglesia de San
Andrés, y los alemanes evangélicos lo hacían en su iglesia neogótica de la
calle Esmeralda n.º 162, también los norteamericanos, como contingente de
colectividad arraigado y activo en nuestro medio local, cumplían sus deberes
religiosos en su propia iglesia, que pasó a ser su espacio de identidad, tanto ad
intra de la propia comunidad como ante los ojos del resto del vecindario.
Como dijimos antes, la relación Goodfellow-Sarmiento
fue decisiva para la llegada de las maestras norteamericanas a la Argentina, de
modo que el metodismo cumplió su parte en aquel proceso de transformación
educativa y ello ha de adjudicársele como legado inmaterial.
No debe, tampoco, extrañar, que uno de los puntos
incluidos en la visita oficial del presidente Teodoro Roosevelt, cumplida entre
el 13 de noviembre y el 4 de diciembre de 1913, fuera precisamente la Primera
Iglesia Metodista. De ello ha quedado registro periodístico.
Otro acontecimiento acaecido en la Iglesia
Metodista y muy concurrido fue, años antes, el funeral solemne por la muerte de
la Reina Victoria. En la prensa gráfica de la época pudo verse el túmulo
cubierto por un paño negro, flanqueado por las banderas de la Gran Bretaña y de
los Estados Unidos de Norteamérica.
La coronación de Eduardo VIIº también fue motivo
de una ceremonia local de singular brillo, celebrada en el templo metodista.
Y en 1917 tuvo lugar en el templo una conferencia
dictada por la señorita Florence Shoring, enfermera de la Cruz Roja y recién
llegada del frente de batalla.
Dentro de las prácticas de beneficencia de la
Congregación metodista, merece mencionarse aquella iniciativa debida al activo
pastor W. P. MacLoughlin (su tumba ostenta un monumento excepcional, en el
Cementerio Británico), de constituir una comisión parroquial de damas
norteamericanas que, cada año, llevaban galletitas y dulces a los pacientes del
Hospital Muñiz, y juguetes y muñecas a los niños y niñas.
Reconocimientos oficiales
La Primera Iglesia Metodista ha sido declarada Sitio
de interés cultural por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires en el año 2000.
Conclusión
El ámbito edilicio de la Primera Iglesia
Metodista situada en la avenida Corrientes, en el barrio de San Nicolás, que
comprende en su solar histórico al templo y el salón parroquial, es portador
de valores patrimoniales identitarios, expresados tanto en la materialidad de
sus construcciones (que han llegado íntegras hasta nuestros días), como en la reserva
del legado inmaterial de su memoria como comunidad protestante originada en la
colectividad norteamericana residente en la ciudad de Buenos Aires.
Su servicio como iglesia cristiana enraizada en
la Reforma Protestante ha sido constante durante casi dos siglos en nuestro
medio local.
Además, su compromiso y su testimonio no se
limita al culto, sino que se extiende a diversas áreas de una agenda
actualizada, como el servicio social, derechos humanos, ecumenismo, repudio a
la violencia, cultura, etcétera.
Por otra parte, su declaratoria nacional en el
marco de la ley 12.665 sería una señal de reconocimiento a la diversidad de
cultos adquirida por la República Argentina como un logro en materia de
libertades civiles, y que ya se ha expresado en otros casos de edificios
religiosos declarados, pertenecientes a congregaciones diferentes del
Catolicismo Romano.
De este modo, por simetría de las formas, este
valioso conjunto edilicio gozaría de un reconocimiento patrimonial análogo al
que ya ostentan otras iglesias protestantes, tales como la Catedral Anglicana
de San Juan Bautista (CABA), las capillas de responsos de los cementerios
Alemán y Británico (CABA), la Iglesia Anglicana de la Santa Trinidad en Lomas
de Zamora, la Iglesia Presbiteriana Escocesa de San Andrés en Temperley, la
Iglesia Evangélica Metodista de Lomas de Zamora, la capilla de Seion (Chubut),
o el templo de la IERP en Esperanza (Santa Fe).
En virtud de sus antecedentes históricos, su
densidad de memoria como comunidad de fe, y sus méritos artísticos, y teniendo
muy en cuenta la notable preservación de elementos originales de su
arquitectura y su equipamiento que satisfacen la nota de autenticidad
patrimonial, el conjunto merecería su declaratoria en la clase legal de Monumento
Histórico Nacional, prevista en la Ley 12.665 modificada por la Ley 27.103.