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Diciembre 2016
El pasado 12 de diciembre, Alberto S. J. de
Paula hubiera cumplido 80 años. Quienes estuvimos en su cercanía fraterna,
amical y magisterial, lo seguimos recordando con la extraña sensación de una presencia
tan inasible como aquel espejo que huye que nombró Giovanni Papini.
¿Dónde está hoy Alberto? ¿Dónde reside ese "algo" que todavía
permanece de Alberto? Y la respuesta nos conduce al territorio de la memoria.
Si algo queda aún de Alberto, más allá de su obra escrita, ese "algo"
es el recuerdo que persiste en sus amigos. Como un patrimonio intangible, el
soporte físico de lo que alguna vez fue ese sujeto-persona-humana, llamado
Alberto de Paula, es la memoria tribal de sus amigos y discípulos. No hay otra
cosa.
La memoria es frágil, porque la debilita
el paso del tiempo y el dinamismo de la conciencia: como en un flujo primordial
de fantasmas de la mente, un recuerdo desplaza al otro, un recuerdo sepulta al
otro. De ahí que la memoria agradecida (uso tal categoría según la
Iconología de Cesare Ripa) deba, siempre, mantener vivos y vigentes los
recuerdos de aquellos de quienes nos reconocemos deudores morales,
intelectuales o materiales. Seguramente, entre quienes anduvimos en el entorno
vital de Alberto, habrá deudores de las tres clases.
Las instituciones no producen recuerdos
propios. Su memoria depende de la memoria de los hombres y las mujeres que las
integran. Como decía Agustín de Hipona, el Estado carece de alma inmortal. Deus
mortalis, según Richelieu… Pero, las instituciones producen "rituales
de memoria". Establecen el habitus de congregar o de conectar, una
vez al año, a quienes desean pagar su tributo de gratitud, a través de la liturgia
del recuerdo público. Algunos lloran; otros callan. Todos recuerdan.
Las muchas instituciones públicas
(estatales, para-estatales y eclesiásticas) donde actuó Alberto (llámense
Comisión Nacional de Monumentos, Conicet, Junta de Historia Eclesiástica,
Instituto Histórico Municipal de Lomas de Zamora, Museo Jauretche del Banco
Provincia, Instituto de Arte Americano…) construyen su memoria ritual a partir
de la memoria activa de quienes las integran en cada eón de su corta o
larga historia. Y, a la vez, la institución olvida, lo que olvidan sus
miembros. Cuando cesa el fuego iluminador del ritual, se proyecta la sombra del
olvido.
¿Cuáles de aquellas instituciones han
recordado este 12 de diciembre a Alberto de Paula? ¿Todas? ¿La mayoría? ¿Alguna
de ellas? No vamos a levantar un dedo imputador, porque no somos censores
romanos: los lectores de nuestro blog conocen la respuesta. Y la
respuesta nos avergüenza un tanto…
Con señaladas excepciones, cada año, el
recuerdo de Alberto de Paula se desvanece un poco más en las prácticas
ritualizadas de aquellas instituciones donde, hoy, los más jóvenes llegan a
preguntarse ¿Quién fue Alberto de Paula?. Yo mismo lo he oído, con
incredulidad.
Sus amigos lo recordamos silenciosamente,
porque, al parecer, han cesado o van mermando los tributos revestidos de
ritual. Vamos "privatizando" su recuerdo, sin querer. Somos, acaso,
el depositum de esa memoria agradecida, aunque cada vez más
introvertida. Cuando el último de nosotros desaparezca de esta condición fenoménica,
con ese último, se irá también Alberto. Hasta que alguna generación muy por
venir, redescubra su labor y resignifique su figura. No llegaremos a verlo.
Pero podemos intuirlo desde ahora.
A muchos de nosotros (y en particular a
Perla, su hermana de 85 años) nos hubiera complacido que el Museo Jauretche del
Banco Provincia, hubiera cumplido este año con el ritual de homenajearlo
públicamente el día de su natalicio. No ocurrió. ¿Por qué? Vaya uno a saber. Otras
prioridades marcan, quizá, la agenda institucional del Banco. Y el recuerdo de
Alberto de Paula se vuelve, cada día, más lejano para directores, gerentes y
empleados.
Mientras tanto, nuestros blogs
tributan este simple homenaje, público y cyber-espacial, a Alberto, dando a
conocer dos breves fichas de su puño y letra, que conservo en mi archivo, y que
son, a su modo, dos "manifiestos" de aquella vertiente hispanista que
supo cultivar: una ficha muy temprana relativa a don Juan de Zamora (adviértase
que, todavía, Alberto no empleaba la caligrafía inclinada que lo caracterizó
luego); y un apunte bastante tardío, con referencias bibliográficas del período
español.
-Oíd, oíd mortales-, proclama el
Daimon: -¡disfrutad de ellas!-