UN APORTE DE GUILLERMO GASIÓ A LA
HISTORIA DEL MONUMENTO A ECHEVERRÍA EN LA CAPITAL
Mi querido amigo Oscar De Masi:
He leído con gran interés tu
informe sobre el monumento (o los monumentos) erigidos a Esteban Echeverría en
la ciudad de Buenos Aires.
A continuación agrego algunos
datos que fui recogiendo durante una investigación sobre El matadero, sus circunstancias, y sus proyecciones políticas y
literarias.
Seguramente serán de tu interés
y de quienes consultan el blog viajealasestatuas
Felicitaciones, una vez más,
por tus constantes aportes.
Con un cordial abrazo.
Guillermo Gasió
NOTAS SOBRE EL MONUMENTO A ESTEBAN ECHEVERRÍA
Según acta fechada el 5 de mayo
de 1905, año en que se conmemoraba el centenario del nacimiento de Esteban
Echeverría, se reunieron en asamblea en la sala de actos del Colegio Nacional
de Buenos Aires, el rector Enrique de Vedia y los alumnos delegados del 5º año,
decidiendo encargarse de promover se levantara un monumento en su homenaje.
Enrique de Vedia, rector del Colegio, había publicado el
año anterior un ensayo sobre La cautiva,
recibiendo del escritor español Miguel de Unamuno una conceptuosa carta, en la
que elogiaba ese texto, así como su libro El
arte de leer.
De Vedia recibió además el
citado libro de Urien, con una dedicatoria en la que le decía: “a su feliz
perseverancia se deberá el acto de justicia póstuma para don Esteban
Echeverría, es decir, la erección de su estatua”.
El rector De Vedia tenía la idea de erigir una estatua a un poeta argentino, y el elegido terminó siendo Echeverría.
Cabe al respecto evocar las
palabras de Nicolás Avellaneda: “La estatua de Echeverría será levantada con
mayor justicia que la muralla de la leyenda griega, al son de las liras
patrias”.
El alumno Héctor Latham
Urtubey, fue designado presidente de la comisión encargada de llevar adelante
la iniciativa. Se designó una comisión honoraria que integraron De Vedia, con
Bartolomé Mitre, Joaquín V. González (a la sazón Ministro de Instrucción
Pública) y Rafael Obligado.
La comisión organizó una colecta para recaudar fondos de la que
participaron principalmente los profesores y alumnos del Colegio, sin alcanzar
una cifra con la que se pudiese concretar el proyecto.
En la Cámara de Diputados, el
proyecto fue impulsado por Manuel Carlés (quien dijo sobre Echeverría: “Fue el
primero que impugnó el régimen sobre cuyo imperio se bocetaba el despotismo”),
y en la de Senadores, por Manuel Lainez, que además promovió el tema desde las
páginas El Diario, del cual era
director-propietario.
Se determinó que el monumento a
Echeverría sería ubicado en Palermo, en el Parque 3 de Febrero, donde
antiguamente estaba la residencia de Rosas, y próximo al monumento erigido en
honor a Sarmiento.
El escultor barcelonés Torcuato Tasso recibió el encargo
de realizar la obra.
La Junta Nacional de Historia y Numismática Americana hizo
acuñar, por la casa Bellagamba y Rossi, una medalla conmemorativa; “Esteban
Echeverría – 2 de septiembre – 1805-1905 / La Junta Nacional de Historia y
Numismática Americana al poeta y pensador en su primer centenario”.
La tarde del 11 de septiembre de
1905, se celebró en el teatro Odeón, un gran acto público.
Dijo La Nación bajo el título
“Esteban Echeverría: Su apoteosis”:
Fue una comisión de matronas argentinas la patrocinadora
de la apoteosis y fueron las señoras y niñas de la alta sociedad porteña las
que dieron tono, las que dieron colorido, las que dieron alma, a la coronación
de anoche.
Ellas llenaban toda la sala, si bien se notaba la
presencia de muchos de los escritores nacionales y hombres de significación en
las distintas manifestaciones del poder político o de la inteligencia.
Recitaron poemas Enrique García Velloso, Ángel Estrada,
Carlos Obligado, y “el joven laureado D. Horacio Oyhanarte declama seguro de
sí, sus versos La tempestad en la pampa”
(que la crónica reproduce completo en recuadro aparte).
Mitre y Guido Spano se excusaron de participar del
homenaje por “hallarse ambos indispuestos”.
“Desde el palco de la comisión (organizadora) la anciana
hija de Echeverría presenció, con los ojos humedecidos, la apoteosis de su
padre”.
Pronunciaron discursos Agustín de Vedia y Belisario Roldán.
De Vedia anunció que la estatua
“está terminada y dentro de brevísimos días asistiremos a su inauguración que
ha debido postergarse por causas imprevistas, entre las que figura la
indiferencia con que fue recibida la iniciativa estudiantil, que en este acto
alcanza su primer condensación”. Agregó que “todo ese conjunto de fuerzas
irresistibles que cubre como un velo la sensibilidad de la mujer han triunfado
en esta emergencia y así lo proclama el marco esplendoroso de esta fiesta que
tiene todos los caracteres de una consagración definitiva y de una consagración
necesaria para los que aun se preguntan quién era Echeverría”.
Concluyó De Vedia:
[…] en los días de este mes será inaugurada en Palermo, foco
de la tiranía en el pasado y foco de cinismos en el presente, el monumento
público que nuestra gratitud erige a Echeverría por impulsos de estricta
justicia, doble en su caso, pues el bronce que lo evocará funde en una sola
fisonomía la austera del estadista profundo y la amable del poeta inspirado.
Roldán se extendió en consideraciones sobre el Dogma y La cautiva,
señalando finalmente:
Señoras, señores: Atravesamos un solemne momento de
formación. Todas las razas fuertes de la tierra convergen a este rico crisol
argentino, acaso para fundar la más vigorosa unidad étnica de los tiempos
venideros; y mientras el alma nueva comienza a destacarse sobre el fragoroso
torbellino, ahí debajo, tristemente, agoniza el alma vieja.
[La Nación, 12
de septiembre de 1905, p. 7].
En la Biblioteca del Colegio Nacional de Buenos Aires se
conserva el folleto Esteban Echeverría:
Informe de la comisión encargada de erigirle la estatua que hoy se inaugura,
fechado en 1906, y que incluye: Antecedentes; Crónica del homenaje realizado en
el teatro Odeón. Discursos].
Los anuncios de aquella noche no se cumplieron. Pasaron
largos meses, hasta que Norberto Piñeiro, al hacerse cargo del Ministerio de
Hacienda, otorgó $ 10.000 a la comisión de homenaje, que así pudo pagar los costos
de materiales, y entregarle $ 1000 al escultor Tasso “para la terminación de la
estatua en bronce”. El recibo, con su firma, tiene fecha 7 de agosto de 1907.
Tasso representó a Echeverría de cuerpo entero, en actitud de meditación, con un libro en la mano izquierda, con un capote en la derecha y sobre un pedestal de granito gris.
García Velloso revela que fue con el escultor a la casa
de Mitre, en la calle San Martín, con la maqueta del monumento a Echeverría:
El general miró y remiró la obra, y tras unos minutos de
silencio formuló algunas observaciones a propósito de la frente y de la barba
en forma de U. Torcuato Tasso hizo allí mismo las correcciones sugeridas, y un
mes después la obra fue realizada en bronce y colocada en el lugar que la
Intendencia Municipal había designado.
[La Nación, 14
de enero de 1951, 2ª Sección, p. 3: “Echeverría: Crónica y recuerdo de un
homenaje”. Incluye una foto de la estatua “tal como fue inaugurada y que hoy se
conserva en el mismo lugar”].
El Colegio “levantó esa estatua”
y el gobierno nacional “va a recibirla” anunció La Nación, lamentando que: “El país no conoce, el país ignora a
Echeverría”.
Él nos ha dejado libros. En esos libros podemos hallar el
punto de partida de una evolución en la literatura política del país.
[…]
Echeverría, el autor de la primera página de un evangelio
del socialismo americano que los socialistas no conocen desgraciadamente y que
será su obra más duradera; el originalísimo y fresco narrador de El matadero, punto de partida de una
literatura criolla muy luego desorientada pero que es de esperar encuentre
alguna vez la senda que en aquél comienza; el popular cantor de La cautiva. Un poeta tiene una estatua
en la República Argentina donde las estatuas tienen por misión, más que
evidenciar las gratitudes póstumas, aclarar para los que vienen las sombras del
pasado.
El monumento a Echeverría fue
inaugurado oficialmente el 27 de octubre de 1907. En el palco de honor se
encontraban el Presidente de la Nación,
José Figueroa Alcorta (quien pronunció el discurso central), seis de sus
ministros, y “la anciana hija del poeta”. También participaron de la ceremonia
el rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, Enrique de Vedia (quien dijo también un discurso), y los profesores
Ángel Gallardo, Atanasio Quiroga, Ángel de Estrada, Luis Peluffo, Manuel
Carlés, Jaime R. Costa, Luis Agote y Juan José Biedma. Cerró el acto Belisario Roldán.
“La naturaleza contribuyó con la ofrenda de una
hermosísima tarde a realzar la ceremonia, severa en su sencillez y elocuente en
su significación”, comentó La Nación.
Dijo el presidente Figueroa Alcorta:
La distancia que separa la hora actual de la época
sombría y borrascosa que inspiró el Dogma
y determinó la Asociación de Mayo no es tan grande por el espacio material de
tiempo transcurrido, como por el positivo progreso de las instituciones, por el
afianzamiento del gobierno libre, por la estabilidad inconmovible de la nación
como entidad orgánica y política, a cubierto para siempre de los peligros del
despotismo y la anarquía.
Dijo Roldán:
Este pedazo de suelo que pisamos, bajo el cual moran
acaso restos ignorados de las víctimas del bárbaro que lo habitó es como un
símbolo de la evolución argentina.
[La Nación, 24
de octubre de 1907, p. 7: “Echeverría: Crónica y recuerdo de un homenaje”; La Nación, 27 de octubre de 1907, p. 8; La Nación, 28 de octubre de 1907, p. 7:
“El monumento a Echeverría – Inauguración oficial – Una hermosa ceremonia – Los
discursos”].
El 27 de octubre de 1937, por
iniciativa de la Asociación de Ex Alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires,
presidida por Rómulo Gallegos Echagüe, “se dio vuelta la estatua de Echeverría,
a fin de que la mirara a la calle construida luego”. El acto dio lugar a un
homenaje en presencia del Presidente de la Nación, general Agustín P. Justo,
“que descubrió una placa colocada por los alumnos”. Participaron del homenaje:
José Arce, rector de la Universidad de Buenos Aires, y Juan Nielsen, rector del
Colegio.
El gobierno de la Revolución
Liberadora dispuso trasladar el
monumento a Echeverría de su emplazamiento en el Parque Sarmiento a la esquina
de Charcas (actualmente Marcelo T. de Alvear) y Florida.
Se inauguró el miércoles 23 de
abril de 1958. En el palco oficial se ubicaron el presidente del Gobierno
Provisional, general Pedro Eugenio
Aramburu; el vicepresidente, almirante Isaac Francisco Rojas; siete
ministros; el electo presidente de la Cámara de Diputados de la Nación,
Federico Fernández Monjardín; el embajador del Uruguay, Mateo Marques Castro;
el intendente de Buenos Aires, Ernesto Florit; el presidente de la Comisión de
Monumentos Históricos, Jorge A. Mitre; una delegación de la Sociedad Argentina
de Escritores (SADE); los políticos socialistas Carlos Sánchez Viamonte,
Alfredo L. Palacios, Américo Ghioldi.
Pronunciaron discursos el
secretario de Cultura de la Municipalidad, Leónidas de Vedia; el escritor Carlos Alberto Erro; y por el Colegio
Nacional de Buenos Aires, José María Monner Sanz.
Dijo Erro:
El futuro historiador de Buenos Aires se preguntará por
qué la estatua de Esteban Echeverría fue sacada de su emplazamiento en los
jardines de Palermo, del sitio que ocupaba en hermoso y sosegado ambiente,
entre árboles, pájaros y flores, lugar tan adecuado para un poeta romántico. Y
tendrá que contestarse, sin ninguna duda, que cuando los monumentos se mueven
es porque algo profundo ha ocurrido. En la pugna que terminó con la revolución
del 16 de septiembre de 1955 se tocó fondo, y acaso fue ese el costado fecundo
del desastre. Llegamos todos a sentir que no bastaban nombres de caudillos
políticos ni divisas de partido: tuvimos que calar mucho más hondo, hasta
llegar al estrato último de nuestro ser histórico; así se enfrentaron el
totalitarismo y el ideal de Mayo y se produjo un reencuentro con el mensaje de
nuestros próceres y la consigna de nuestros héroes. De tal modo se explica que
el centenario de la muerte de Echeverría, en 1951, diese lugar a tan intenso y
amplio movimiento en torno a su figura, al punto de que se publicaron trece
libros sobre su obra, varios de ellos muy importantes – uno de gran
significación: Echeverría, el albacea de
Mayo, de Alfredo L. Palacios –, se pronunciaron en distintos puntos del
país alrededor de cien conferencias y publicáronse numerosísimos ensayos. Es
que la historia dejó de ser mera narración de lo pasado para convertirse en
vivencia.
[…]
Es un sitio más acorde con la eficacia de su magisterio y
más accesible a la ciudadanía; elegirlo es un gesto lógico en el gobierno de
una revolución que proclamó el retorno a la línea de Mayo y Caseros como su
objetivo fundamental, y que ha cumplido con la promesa empeñada restableciendo
las libertades democráticas esenciales, sin las cuales no hay vida digna, y que
se apresta a ratificarla definitivamente, como para que no duden ni los más
recalcitrantes descreídos, con la entrega del poder a mandatarios elegidos por
el pueblo en comicios inobjetables.
Agregó Erro:
En la noche lóbrega de la tiranía, Echeverría plantea la
vuelta al ideario fundacional como único medio para la regeneración de la
patria. Echeverría trazó la teoría de la revolución y Mitre escribiría su
historia. Esa misma estrella alumbró el camino de los Ejércitos de Urquiza, en
Caseros, en 1852, y a los ciudadanos amantes de la libertad, en septiembre de
1955. Mayo ganará siempre la última batalla.
Concluye la crónica del acto señalando que Erro, “entre
grandes aplausos”, dijo sobre Echeverría que, “proscripto de dos tiranías, sus
palabras renacerán cada vez que los hombres sean oprimidos”.
El nuevo basamento fue realizado por el escultor José Fioravanti, quien lo realizó en granito rojo. Las inscripciones dispuestas en los cuatro laterales, tomadas del Dogma Socialista, tienen un claro
destinatario: el “gobierno depuesto”, “la segunda tiranía”.
[La Prensa, 24
de abril de 1958, p. 7; La Nación, 24
de abril de 1958, p. 6].