Desmantelamiento del Monumento a Cristóbal Colón.
15 de junio de 2014. Foto OADM
*Justificación del título de estos posts
Cuando a comienzos del siglo XX colapsó
el Campanile de la Piazza San Marco, en Venezia, hubo un debate acerca de qué
hacer al respecto: ¿reconstruirlo?¿en qué estilo? ¿en lenguaje Liberty?
¿o tal cual era? Y el clamor popular que permitió su recuperación patrimonial
se resumió en esta consigna que obedecieron los eximios restauradores
italianos:
com´era e dov´era… como era y
donde estaba…
Así queremos que ocurra con el monumento
al Gran Almirante Cristóbal Colón.
Por Oscar Andrés De Masi
Para
http://viajealasestatuas.blogspot.com.ar
Octubre/Noviembre de 2016
Figura de mármol, en un solo bloque, del Gran Almirante Cristóbal Colón,
obra de A. Zocchi (Foto "Buenos Aires y sus esculturas").
Episodio 1: UNFORGIVEN
A los amantes del género cinematográfico western
les resultará familiar este nombre. Es el título de una película de Clint
Eastwood, del año 1992 (inducido Morgan Freeman en el reparto), cuyo argumento,
postula la idea de que ciertas acciones son, precisamente, unforgiven, es
decir, imperdonables. O, mejor todavía, que ciertas acciones no son
susceptibles de exoneración. Es notable el registro semántico que la palabra
denota en inglés, y que vincula el perdón con el olvido: lo imperdonable
es lo inolvidable, lo que permanece en la memoria como un núcleo de
indignación moral y como un motivo de reproche.
El injustificado retiro del Monumento
al Gran Almirante Cristóbal Colón, tras su derribo y la exhibición
fragmentada y a la intemperie de sus componentes escultóricos, como si fueran
escombros de una demolición, todo ello es imperdonable.
Yo no sé de quien fue la idea de remover
el monumento: si de un presidente extranjero de visita en Buenos Aires, como se
dijo en su momento, o de nuestros propios funcionarios. A esta altura ya poco
importa. Tampoco sé quien aportó las
eventuales justificaciones que, en nombre de la disciplina patrimonial,
o de la técnica de conservación, o de la simple adulonería cortesana, pudieron
hacer creer al Gobierno Nacional que estaba procediendo adecuadamente. Si bien
hubo especialistas en restauración cercanos al proyecto, no actuaron en favor
del bien patrimonial, en los términos que definen los documentos
internacionales en la materia, sino todo lo contrario. La acción y la omisión
son imperdonables.
El planteo falaz que algunos funcionarios
del Gobierno Nacional hicieron del caso (que se desmontaba el monumento… ¡para
restaurarlo!…o que corría algún tipo de riesgo estructural) también es
imperdonable.
Tampoco sé por qué el gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires (en rigor, el dueño del espacio público de emplazamiento
y, además, el dueño del monumento) cedió ante quienes se propusieron su retiro.
¿Por simple debilidad?¿Por falta de convicción? No lo sé. Pero es
imperdonable.
La Comisión Nacional de Museos y de
Monumentos y Lugares Históricos, que fue creada en 1938, precisamente, para
identificar los bienes históricos y artísticos dignos de reconocimiento, de
tutela y de preservación, y para protegerlos, nada dijo en contra de la
decisión arbitraria y destructiva de remoción. Bien pudo haberlo hecho siendo
que la Plaza Colón es el área de amortiguación natural de la Casa de
Gobierno; y siendo que en otro caso del año 2012, en que se propiciaba el
retiro del espacio público de una escultura célebre (El Pensador de
Rodin) se opuso categóricamente (y puedo dar fe de ello porque yo participé de
aquella reunión en mi calidad de Vocal Secretario del cuerpo colegiado… y voté
contra la mudanza de la estatua). Al contrario, en las sesiones de su comité
colegiado, la Comisión actuante en el año 2014 prefirió emplear el
eufemismo de la "restauración " (sic) del monumento y el
"seguimiento de las tareas" (sic), para evitar el trance
políticamente incómodo, ya no de oponerse, sino, ni siquiera, de cuestionar con
el rigor de los fundamentos patrimoniales, una decisión contraria a la
integridad y a la autenticidad del monumento. A veces, y más aún en la
Administración Pública, hacer lo correcto es incómodo. Pero los funcionarios
no ocupan sus puestos para hacer lo más cómodo, sino para hacer lo correcto, en
el marco de la ley y de las prácticas
administrativas vigentes. Este silencio de la Comisión Nacional de
Monumentos, es imperdonable.
Es oportuno recordar que algunos vocales
que integraban aquel cuerpo colegiado por entonces, permanecen impertérritos en
sus asientos como una especie de
"elenco estable", que viene perdurando en la Comisión, merced
a una destreza adaptativa comparable a la de los moluscos, cuando otean sobre
las aguas la orientación de los vientos. De quien presidía el organismo en
aquel momento nadie esperaba gran cosa, dada su ostensible inexperiencia en
temas patrimoniales.
Cuando en alguna conferencia sobre este
tema me han preguntado si conozco otro caso, más o menos reciente, en el resto
del mundo, que se asemeje al caso del Monumento a Colón, suelo
responder, sin vacilación, que si lo conozco. Y menciono la destrucción, en el
año 2001, de los Budas colosales de Bamiyán, en Afganistán. Si bien,
aclaro, los alcances destructivos de las dos operaciones son diferentes,
(porque de los Budas dinamitados, nada quedó materialmente) ambas
fueron ejecutas por el poder
gubernamental de turno, y su propósito es, en definitiva, análogo: removiendo
el objeto artístico, el "semióforo", se pretende modificar la
historia y anular una identidad. Porque toda acción destructiva del
patrimonio monumental de los pueblos opera en el plano simbólico. Y la identidad
es una construcción hecha principalmente de símbolos colectivos.
También se me ocurre otro ejemplo casi inverso, en el derribo de las estatuas
de Lenin y de Stalin, durante la caída del gobierno comunista en la Unión
Soviética. Aunque en este caso, fueron acciones casi espontáneas de la propia
sociedad, en un contexto de cambio de paradigma político, que no ya reconocía
en aquellos personajes los rasgos de su identidad (y quizás tampoco antes
fueran reconocidos, pero no era posible expresar el disenso con el
"régimen oficial").
El sentido simbólico de la eliminación
del Monumento a Colón va más allá del retiro de un conjunto de estatuas
más o menos imponentes (y por cierto que lo eran), o del desplazamiento de un
bien artístico más o menos magistral (y sin duda que lo era). La negación del
"Colón-monumentado" es la negación del "Colón-histórico",
con las implicancias de negación y distorsión de los orígenes mismos de
América: un espacio de culturas plurales, descubiertas y conquistadas por otra
cultura descubridora y conquistadora de complexión monolítica; un espacio de
mestizajes y violencias, y donde las referencias culturales originarias se
subordinaron sin remedio a las instituciones civiles y religiosas europeas. Yo
no digo que esto sea bueno o malo: digo, simplemente, que así aconteció en un
contexto epocal que ponderaba como virtuosas ciertas prácticas que hoy no
estimaríamos del mismo modo. Y Colón representa y sintetiza todo ello, porque su
presencia es también "originaria" en América, en el sentido de
"originadora" de una cultura que , antes de él, no existía en este
"mundo nuevo", y de la cual somos, todavía, el producto . A esto lo
llamo identidad.
En el caso porteño de un
"Colón-monumentado" por la colectividad italiana, en el topos
uranos del antiguo lugar de desembarco de los inmigrantes de aquella
nacionalidad (y de tantas otras), que llegaron en cantidades siderales y aquí
se quedaron, el agravio a la identidad es doble. Es negar una referencia
universal de la "italianidad", expresada en su figura histórica,
quizás, más célebre. Pero de una "italianidad" trasplantada que, ya
en el Centenario, se había hecho argentina y quiso ofrendar a Buenos Aires
aquel monumento. El patrimonio material debe, pues, reflejar también la
identidad de los grupos inmigratorios constructores de nuestra modernidad
cosmopolita. Suprimir sus referencias de memoria en el espacio público, es, imperdonable.
Y plantear esa supresión, en el marco
dialéctico que se insinuó, de un
supuesto conflicto entre identidades originarias esclavizadas (¡como si doña
Juana Azurduy, consistente con su época y su rango social, no hubiera poseído
su stock de esclavos!) e identidades invasoras o inmigratorias, además
de un absurdo, es imperdonable.
El haber desoído sistemáticamente los
reclamos fundados de diversas organizaciones civiles, y en especial de las
asociaciones de la colectividad italiana, que llegaron hasta la Justicia, es
imperdonable.
Monumento a Cristóbal Colón, grupo alegórico.
(Foto "Buenos Aires y sus esculturas").
Aún hay más que decir, ahora en el plano
estrictamente artístico, que suma al caso, loss upon loss, como se dijo
en el El Mercader de Venecia: pérdida sobre pérdida. Me estoy refiriendo
a la calidad artística del monumento suprimido, que había sido creado y
ejecutado por Arnaldo Zocchi, patrocinado por el conde Antonio Devoto
a la cabeza de la colectividad italiana, y cuyos componentes
estructurales fueron realizados por el ingeniero Domingo Selva (quizás
el estructuralista más famoso de América para entonces; autor, entre otras
obras, de la cúpula de la Catedral de Lomas de Zamora y del edificio del
Colegio Nacional de San Juan). Privar a la ciudad capital de la República de
esta obra de arte y de ingeniería es imperdonable.
Cualquier comparación del monumento
colombino porteño, con otros levantados en diversas ciudades del mundo a la
memoria de Colón, sin desmerecer a estos últimos, revela con sobrada evidencia
la superioridad de la obra de Zocchi, tanto por su escala y su
deliberado emplazamiento, su concepción general, su lograda composición, su
riqueza alegórica plasmada en su programa estatuario, los repliegues semánticos
de su epigrafía latina, la solidez de los materiales y su técnica constructiva.
Levantarlo fue una tarea compleja y costosa. También fue costoso desarmarlo… en
vano. Y será costosísimo rearmarlo en la Costanera, como se ha sugerido. Este
dispendio de los recursos del presupuesto público, que provienen de los
impuestos de los contribuyentes, es imperdonable.
Hay, además otro aspecto que suele
pasarse por alto, aunque algunos expertos atentos lo han advertido. Cuando
hablamos del Monumento a Colón, solemos reducirlo al conjunto estatuario
de mármol de Carrara, formado por
a) el basamento con sus figuras
alegóricas,
b) la columna y
c) la estatua del Gran Almirante,
esculpida en un bloque monolítico de Carrara, cuya extracción demoró ocho meses.
Pero, olvidamos que, en rigor, se trata
de un dispositivo monumental complejo, integrado por:
a) el conjunto escultórico conmemorativo
con sus tres componentes designados como a-b-c; y por
b) una cripta o bóveda también
conmemorativa: en ella se guardaba una piedra etrusca donada por Italia, la
urna (o cápsula del tiempo) con los objetos de la época de inauguración
(periódicos, billetes, monedas, libros, y hasta dos rollos con películas).
Ahora bien, dentro de esta bóveda de hormigón (ejecutada, como dije antes, por
el ingeniero Selva), existía otro tesoro artístico cuyo destino ignoramos
(aunque podemos imaginar): unas pinturas realizadas por el insigne pintor Francesco
Paolo Parisi. Su pérdida, reciente o anterior, también, es imperdonable.
De Parisi digamos, de paso, que fue el
autor del bellísimo "pergamino inaugural" del monumento, que firmaron
las autoridades y los miembros del Comité patrocinador, y que contiene valiosa
información en su texto, cuya caligrafía es no menos artística.
Monumento a Cristóbal Colón, grupo alegórico.
(Foto "Buenos Aires y sus esculturas").
Un último comentario que dejo, de
momento, enunciado como una pregunta, sin entrar en los detalles de la crítica
plástica: ¿tiene el monumento colocado en reemplazo de Colón mejores calidades
artísticas (concepción, escalas, composición, programa iconográfico, nobleza de
materiales, incluyendo la pátina de bronce,
etcétera)?
Y otro interrogante: aún reconociendo sin
retaceos el papel histórico de la valiente capitana Juana Azurduy de Padilla:
¿tiene sentido su ubicación en ese lugar, destinado ab initio
para la obra de Zocchi, denominado como Plaza Colón, en el arranque
mismo del Paseo Colón, en el punto en que tantos inmigrantes italianos,
como dije antes, pisaron per la prima volta, el suelo de su nueva
Patria? No olvidemos, una vez más, que el lugar de emplazamiento formaba
parte de la integridad y la autenticidad programática del bien patrimonial
desmembrado.
Si la respuesta a estas dos últimas
preguntas fuera un rotundo "no", también allí habría una acción imperdonable.
Los componentes escultóricos del Monumento a Cristóbal Colón, una vez desmantelados.
15 de junio de 2014... tan perplejos como cualquier observador con sentido común.
(Foto OADM)