Por Oscar Andrés De Masi
Hace unos días hice llegar a la Comisión
Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes Históricos un informe organoléptico
acerca del caso que motiva el título.
¿Hace falta reiterar que mi preocupación por
los empedrados históricos no es nueva y la hice pública en más de una
ocasión? Quienes conocen mi prédica docente (en el aula o fuera de ella) lo
saben de sobra. Ya en 2019 publiqué en este blog y en la revista Habitat unas
reflexiones acerca de este tema bajo el título de Elogio del empedrado.
Allí sostuve, entre otras cosas, los
siguientes conceptos (que reitero aquí, para quienes no quieran tomarse la
molestia de leer el artículo completo):
El adoquinado como factor de calidad
del habitar urbano:
He aquí entonces otro elemento a ponderar:
¿El adoquinado aporta calidad? La respuesta es evidente por las ventajas que
conlleva:
-Impone límites a la densidad y velocidad de
circulación de vehículos;
-Con ello, favorece el control de la
contaminación sonora de los barrios y
-Mejora las condiciones de seguridad vial;
-Favorece la retención y el drenaje de las
aguas pluviales;
-Alivia el agobio de las altas temperaturas veraniegas.
Pero, a estos elementos
"funcionales", deben añadirse los elementos de estética urbana: las
calles adoquinadas son, definitivamente, bellas, y la nobleza de la piedra se
amiga sin esfuerzo con el entorno y el arbolado.
Nótese que el adoquín de granito va
adquiriendo una cierta pátina que, junto a los elementos térreos de las juntas,
termina configurando un tapiz horizontal texturado. ¿Alguna vez
contemplaron el brillo tenue de los adoquines, los tonos grises o los rojizos,
al contraluz de la tarde, especialmente en otoño? Los invito a que hagan la
prueba. Se van a maravillar.
He allí el factor de percepción visual que
devuelve al observador una imagen gratificante, homogénea pero no plana
(¿Alguien ha analizado las variantes en la colocación de loa adoquines, desde
la hilera lineal, las formas curvas, el opus cementicium o el opus reticulatum
romanos llevados al plano, las intersecciones, los contornos etc.?), texturada
pero no abrupta, quieta pero no inmóvil…Yo diría, casi metafóricamente, como
quien contempla el reflujo del mar. Todos hemos experimentado esa sensación
indescriptible.
Adoquinado e identidad barrial:
(…) Las calles adoquinadas son parte de la
identidad de los barrios tradicionales del suburbio. No se trata de una
cuestión de riqueza o de clase: se trata de una cuestión de identidad, que
cruza en diagonal todos los segmentos sociales, desde los barrios de alta gama
residencial hasta los más modestos, populares e industriales. Si todos ellos
han tenido adoquines en sus calles desde hace décadas y décadas, sin queja de
los vecinos, entonces ese componente de su imagen será identitario, vale decir,
derivado de una forma tradicional de la vialidad urbana (…) Los viejos adoquinados del partido de Lomas
de Zamora son parte de esa epopeya por la cual el distrito fue dejando atrás la
precariedad de sus perfiles rurales, para convertirse en una gran ciudad,
dotada de los indicadores de modernidad epocales, que reconocían como modelo a
la Capital. Los pueblos de la comarca copiaban a Buenos Aires, en su afán de
convertirse en ciudades. (…) el adoquinado que permanece en los barrios
(cualquiera sea su gama socio-económica) no es un elemento accesorio y
descartable de ese paisaje, sino un elemento configurador de identidad,
evocador de memoria e indicador de calidad suburbana. Por eso debe ser
preservado”.
Pude verificar en persona la situación de
retiro de los adoquines de granito que pavimentaban la calle que corre frente a
esa estación en el lado Oeste de la vía. Y con esas comprobaciones, elaboré la
nota dirigida a las autoridades nacionales. En aquel preciso
momento, las obras se hallaban en plena ejecución, con operarios y maquinaria,
y el sector ostentaba un vallado plástico que permitía apreciar la situación y
obtener fotografías.
Pero, para el patrimonialista que es, además,
historiador, no bastan las comprobaciones perceptuales: el caso pide una referencia
histórica que, hasta ahora, pareciera que no se ha pronunciado. Veamos.
En efecto, la historia del lugar, en
su configuración como estación ferroviaria plus paseo público, se
remonta a 1925, cuando, en el marco de la visita del Príncipe de Gales, el
entonces Ferrocarril del Sud encaró la modernización de varias de sus
estaciones y se aprovechó la ocasión para mejorar sus adyacencias. De este
modo, en Banfield Oeste, en el terreno lindero a la estación delimitado por la
avenida Alem, se construyó una pequeña plaza sobre la mencionada avenida, entre
las calles French y Berutti.
En el año 1966 fue ubicado en esa plazuela el
busto de fray Justo Santa María de Oro (inaugurado en 1916 en la avenida
Alsina, lado Este de la misma localidad), que permanece hasta ahora en dicho
lugar (me he ocupado de este tema en este mismo blog, hace unos años).
Según la información publicada por el diario
local La Unión con fecha 4-X-2022 (Avanza la construcción del centro
de transbordo en Banfield Oeste), se trata de una “remodelación y puesta
en valor de la estación de Banfield, en el lado Oeste. El sector se convertirá
en un Centro de Transbordo” (sic). Vale decir que esta obra obedecería a
criterios de renovación de la vialidad y el transporte de pasajeros, y no a
situaciones de deterioro del afirmado existente, hasta donde puede colegirse de
la noticia citada.
Otra nota del mismo medio periodístico, del
15-III-2023, con igual título, menciona tareas en la plazoleta Estados Unidos
de Brasil y la puesta en valor de “la fachada y los accesos a la estación”
(sic).
Poco antes, el 3-II-2023, en nota titulada Por
obras en la estación de Banfield, cambian varias paradas de colectivos, se
citaban, con fuente en la Secretaría de Obras Públicas local, los “trabajos más
destacados” (sic):
- Mejora en las
condiciones de seguridad y confort de los usuarios del sistema, mediante la
incorporación de espacios protegidos accesibles e iluminados;
- Renovación y
expansión de los espacios verdes parquizados, introduciendo nuevos espacios
para el desarrollo de actividades comerciales y recreativas;
- Revalorización y
jerarquización de la Ermita religiosa asi como de los monumentos y placas de
conmemoración y homenaje existentes;
- Revalorización del
edificio de Estación mediante la reformulación de los espacios circundantes y
puesta en valor de su fachada y accesos.
De estas fuentes se desprende que, en efecto,
ciertos componentes patrimoniales y ambientales, ya sea de carácter
general (el paisaje del sitio), ya sea particular (edificio, monumentos, placas
etc.), o ya relativos a los espacios verdes (los existentes y los que se
pretende crear), estarían siendo o serán objeto de intervención, aunque se
ignoran los términos proyectuales de dicha intervención, así como los
resguardos previstos para los valores patrimoniales y ambientales implicados.
Las notas periodísticas no lo aclaran.
Aspectos patrimoniales y de tutela
La cuestión es que estación Banfield del
Ferrocarril Roca configura un bien arquitectónico y un hito identitario de
alto valor representativo local, testimonio, tanto de la tradición
constructiva ferroviaria en nuestro medio, como de la huella que la empresa
Ferrocarril del Sud dejó marcada en el territorio bonaerense, en sus múltiples
aspectos: paisajístico, social, económico, tecnológico-industrial etcétera.
Además, en este caso y el de otras estaciones del mismo ramal, fue objeto de reformas
modernizadoras en 1925 (abandono de la impronta tardo victoriana y asunción de
estilemas “eduardianos”), a cargo del arquitecto James Smith, residente en
Temperley.
En este punto es menester puntualizar que el
edificio de la estación, la calle vehicular antes empedrada que le hace frente
Oeste y la plazoleta “Estados Unidos del Brasil”, configuran una “unidad de
paisaje” histórico, que ha llegado a nuestros días en condiciones de integridad
morfológica material. No todas las unidades de paisaje (y en especial, del
paisaje ferroviario, con harto frecuencia emplazadas en áreas urbanas
degradadas) ubicadas en el distrito han logrado semejante supervivencia de su
autenticidad formal. Se trata, pues, de un caso singular.
En cuanto al estado de conservación del
empedrado, más allá de los desajustes mecánicos o los desniveles que el tráfico
sostenido de colectivos pudiera hipotéticamente haber ocasionado, una impresión
a simple vista, hasta donde mi memoria alcanza, no revelaba que los
adoquines estuvieran en malas condiciones, sino más bien lo contrario. Si
debían ser reajustados en su plano de apoyo o re-apisonados, se imponía en tal
caso una operación de recolocación in situ, según las técnicas propias
de estos pavimentos y con criterio de preservación, en lugar de su remoción,
que ha venido a alterar los valores de la unidad de paisaje histórico.
En suma, la intervención de marras en esa
calle, no parece haber asegurado una adecuada y máxima preservación, ni haber
observado un protocolo de buenas prácticas patrimoniales ante una potencial
situación de deterioro. Se trataría, lisa y llanamente, hasta donde puede
observarse, de una remoción del empedrado histórico, para proceder a su
reemplazo por un pavimento moderno, en el contexto de otras acciones de
renovación y modernización del área, sin criterio de respeto historicista.
Por otra parte, ¿cuál será el destino
ulterior de los adoquines históricos retirados? ¿Han sido debidamente
numerados e inventariados? ¿En qué condiciones de conservación se encuentran
ahora mismo?
Tengo conocimiento fehaciente de que el
Instituto Histórico Municipal de Lomas de Zamora ha dirigido una nota a esa
instancia local. Ignoro si ha tenido respuesta.
De momento, esperemos el resultado de las
acciones que la Comisión Nacional haya resuelto emprender.
Lo cierto es que el daño a la unidad de
paisaje patrimonial está a la vista.
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