La mirada y la interpretación de Oscar Andrés De Masi, arqueógrafo

Una introducción al patrimonio escultórico y conmemorativo de San Isidro


Por Oscar Andrés De Masi

La operación de remoción del monumento a Cristóbal Colón en la ciudad de Buenos Aires, el conflicto judicial subsiguiente y la amplia cobertura de los principales diarios nacionales, proveen un marco de oportunidad para volver la mirada al tema del patrimonio escultórico y conmemorativo en sus más amplios alcances. En efecto, es raro encontrar un pueblo o una ciudad que no haya erigido algún monumento con intenciones de homenaje a personas, gestas o instituciones dignas de memoria pública y colectiva. Poco importa la escala del dispositivo que obra como soporte material: a veces, una simple placa viene a cumplir el propósito recordatorio.

En el caso del patrimonio escultórico conmemorativo (para diferenciarlo de aquellas esculturas cuya intención es únicamente artística o decorativa), esta renovada mirada abarca, en primer término, e interrogativamente, el campo artístico, propiamente dicho; vale decir, los valores estéticos implicados en cada pieza (su estilo, su lenguaje, su composición, su autoría, etc.) y sus componentes iconológicos, en términos de Erwin Panofski. Pero, también, plantea la pregunta acerca del sentido de cada estatua o placa, es decir, el por qué de su encomienda y de su erección. Ello nos sitúa en línea con la “pedagogía de las estatuas” (según la fórmula que empleó Ricardo Rojas en época cercana al Centenario) y nos permite hoy resignificar los valores identitarios (ya no solamente artísticos) de aquellas piezas que funcionan al modo de semióforos (es decir, objetos portadores de significado para una comunidad) y cuyo conjunto viene a conformar, como un todo, el patrimonio escultórico y conmemorativo de San Isidro, en este caso.

Y dado que este trabajo se impone los límites propios de una introducción, y no pretende agotar un tema cuyo registro exhaustivo se halla en la etapa final de investigación, proponemos al lector un abordaje panorámico, a través de nueve “invariantes” que cruzan transversalmente el patrimonio escultórico y conmemorativo sanisidrense; pero que, también, pueden aplicarse al análisis del mismo objeto en otras ciudades.

1)     La perdurabilidad:
Esta primera invariante se corresponde con los materiales de hechura de las esculturas. La perduración a través de los años y las sucesivas generaciones es parte del programa intencional de estos “semióforos”. No se trata, pues, de “instalaciones”, de suyo efímeras (recordemos la bella etimología griega de la palabra efímero, efemeroi, que dura un día…). Se trata de emplear materiales nobles, cuya solidez desafía el paso del tiempo, y cuyas calidades texturales y cromáticas proveen, de paso, solaz visual al espectador- De algún modo, entonces, la durabilidad intrínseca del material coadyuva a ese imperativo de todo bien patrimonial que Alois Riegl caracterizó como valor rememorativo permanente o vitalismo del monumento.

En este aspecto, el patrimonio escultórico conmemorativo de San Isidro ha sabido emplear el mármol de Carrara (estatua de Bartolomé Mitre en la plaza del mismo nombre), la piedra (busto de HipólitoYrigoyen), el cemento con armazón metálico (busto del P.Menini, o estatua del Águila en Martínez), pero con mayor frecuencia se ha utilizado el bronce (estatua de Juan Martín de Pueyrredon en el Parque Aguirre, estatua de Domingo de Acassuso, los bustos sanmartinianos de Romairone y de Perlotti, busto del Gral. Roca por Brunnix, estatua del P.Castiglia, busto del capitán Garrido, etc). También se empleó el cobre batido (Cristo del Sagrado Corazón de Cateruccia). En algún caso reciente se ha utilizado resina epoxi, cuya calidad es sin dudas inferior a los materiales tradicionales, pero que bien trabajada por el escultor logra un efecto visual muy aceptable (estatua de Sor Camila Rolón). Veremos cómo soporta el devenir de los años.

Un caso particular que merece mención es el soporte del busto del Cardenal Copello que se custodia en el Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro “Dr. Horacio Beccar Varela”. Por tratarse de un modelado previo a la pieza definitiva, el artista (Leone Tommasi) utilizó el yeso.

En cuanto a las placas conmemorativas, obviamente, las más antiguas (placa del Centenario en el edificio del Concejo Deliberante; placa en homenaje a la Primera Junta; placa en homenaje a Don Bosco en la calle de su mismo nombre esquina Centenario, etc.) se realizaron en bronce y, afortunadamente, han sobrevivido al vandalismo usual que afrontan estas piezas en los espacios públicos. Peor suerte han corrido otras placas cuya sustracción debemos deplorar (placa epigráfica del monumento a Pueyrredon en el parque Aguirre, placa en homenaje a monseñor Terrero). Debido a esta circunstancia depredatoria, las placas más modernas emplean materiales de inferior calidad y menor valor, que desalientan a esa canalla sin respeto por la memoria colectiva, aficionada a la venta ilegal del bronce.

En general las placas antiguas se encargaban a casas muy competentes de Buenos Aires como Constante Rossi o Gotuzzo y Piana, aunque en el Cementerio de San Isidro hemos identificado placas notables de manufactura local.

2)     La invariante memorial
Los monumentos conmemorativos no pueden desvincularse de aquello que conmemoran, de su quid. Parece una obviedad pero, con frecuencia, la enorme distancia del presente con la data del monumento y, mucho más, con el hecho conmemorado, conduce a situaciones de olvido colectivo. Pongamos un ejemplo bien notorio: ¿quién recuerda que el friso que luce el tímpano de la Catedral de Buenos Aires (obra de Joseph Dubourdieu) recuerda, bajo modo alegórico y bíblico, la unión de Buenos Aires con la Confederación? Seguramente era sabido al momento de inaugurarse. Hoy difícilmente lo sepa el transeúnte.

En el caso de San Isidro, sus principales monumentos honran a figuras de relevancia histórica indiscutible (Domingo de Acassuso, Juan Martín de Pueyrredon, San Martín, Roca, Hipólito Yrigoyen, Bartolomé Mitre, etc) o celebran episodios y gestas notables or su connotación patriótica (el Águila del Centenario, el monumento a los 33 orientales, el monumento a los Caídos en el crucero “Gral. Belgrano”). También los hay referidos a personas o hechos estrictamente locales, que los analizaremos más adelante.

3)     El ritual de inauguración
Los monumentos escultóricos y conmemorativos son, por su naturaleza, dispositivos de contemplación pública. Y esa publicidad la adquieren, ya ab initio, en el marco de una liturgia cívica que ocurre el día de su inauguración oficial. Para tal ocasión solemne, el sitio de emplazamiento se engalana, concurren las autoridades, las instituciones y los vecinos, (es decir, las “fuerzas vivas”), se entonan canciones y se enarbola la bandera; y hasta bandas musicales y desfiles militares se incluyen en el programa de actos.

El ritual de inauguración tenía su foco de mayor teatralidad en el momento del “descubrimiento” de la estatua, que solía estar velada con un paño. Normalmente, la máxima autoridad presente procedía al descubrimiento, tirando de los extremos de unas cintas. También eran insoslayables los discursos cuyos efectos inmediatos sobre la concurrencia podían alternar el fervor con el sopor…

En el caso de San Isidro, así se cumplió el ritual, con fervor y gran concurrencia, al inaugurarse la estatua de Bartolomé Mitre en 1910, o la estatua de Pueyrredon en 1923 (descubierta por el mismísimo presidente de la Nación, Marcelo T. de Alvear), o el busto de Adrián Beccar Varela en 1934 o la estatua del P. Castiglia en 1940. Más recientemente, convocó a muchos vecinos y asumió un clima tremendamente emotivo el acto inaugural del busto del capitán Aldo Garrido en el año 2010.

Vale decir que el patrimonio escultórico y conmemorativo de San Isidro ha mantenido, desde la inauguración de sus primeros monumentos en 1910, hasta el presente, la tradición del ritual cívico inaugural. Incluso en algún caso como el Cristo del Sagrado Corazón, el elemento devocional religioso ocupó el foco principal del programa oficial (la obra de Cateruccia expresó, plásticamente, la consagración del pueblo de San Isidro al Sagrado Corazón y la ceremonia central fue oficiada por el cardenal Copello). Y situaciones mixtas cívico-religiosas, se verificaron en las inauguraciones del busto a Adrián Beccar Varela (el mismo día del Santo Patrono San Isidro Labrador y luego de la procesión devocional) y de la estatua del P. Castiglia (acto precedido por la celebración de la Misa). He de destacar que los diarios de la época y los medios locales (como el Semanario Parroquial de San Isidro) traen abundantes coberturas.

4)     La autoría
Es siempre una tarea interesante la de indagar en la autoría de los monumentos escultóricos. La firma del autor, colocada usualmente en la base de la pieza o en su dorso, es un elemento empírico que solemos soslayar y que nos provee una información primaria, anterior a la consulta de archivos. En el caso de San Isidro, tal indagación nos permite descubrir a autores de renombre nacional (Andina, Arduino, Cullen Ayerza, Brunnix, Vergottini, Perlotti, Carlos de la Cárcova, etc). y también a artistas locales (Balvi, D´Aiello, Petinatto).

También hay artistas extranjeros, como el uruguayo Belloni (relieve en bronce del monumento a los 33 orientales) o los italianos, el ya citado Arduino (Mitre y busto de María Varela), y el precursor Camilo Romairone (autor de tantísimos mausoleos en la Recoleta y de un busto sanmartiniano ubicado en la Plaza Alsina de San Isidro). El belga Brunnix es otro caso de autor extranjero con obra en la Plaza Roca de Beccar; y no podemos omitir a Leone Tommasi, el autor del célebre Monumento al Descamisado (luego transformado en mausoleo de Eva Perón), que dejó en San Isidro un busto en yeso del cardenal Copello, un hijo ilustre del pueblo.

Otra rareza sanisidrense en conexión con la cuestión de la autoría son las dos esculturas que se conservan en el Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro “Dr. Horacio Beccar Varela”, ambas de Lola Mora (Martiniano González y una joven comúnmente llamada la bailarina).

Nos encontramos ante un solo caso respecto del cual, todavía, no hemos sabido su autor. Me refiero a la estatua del P. Castiglia, salida del taller IFTA y que, de momento, podría atribuirse a Chierico (padre) o a Lubary.

5)     Cuestiones iconográficas e iconológicas:
Al hablar del elemento iconográfico e iconológico (por razones de brevedad tomemos provisoriamente ambos conceptos en un mismo registro semántico) inherente a cada escultura o placa artística. Nos estamos refiriendo a su tema específico y a su plasmación plástica. En tal sentido podrán identificarse temas de las siguientes especies:

Según la materia:
-        Tema religioso: el Cristo del Sagrado Corazón; o la Virgen de Correa Morales que se custodia en la Catedral de San Isidro o retratos de sacerdotes y religiosas.
-        Tema civil o cívico militar: en el primer caso, el elenco de presidentes e intendentes retratados, entre otros. En el segundo aspecto, el monumento a los 33 orientales, o el monumento a los Caídos en el hundimiento del crucero “Gral. Belgrano”.

Según el alcance:
-        Tema local: casos de María Varela, Martiniano González, Ernesto de las Carreras, Luis Aquino, Orlando Williams, Sor Camila Rolón, Adrián Beccar Varela, P. Castiglia, P. Menini y Aldo Garrido, etc.
-        Tema de alcance nacional: bustos sanmartinianos, Mitre, Pueyrredon, Perón, Yrigoyen, Remedios de Escalada, Roca, Sarmiento, etc.
-        Tema de alcance internacional: monumento a los 33 orientales; busto del fundador del Rotary Club, ejemplar replicado del monumento al Bombero Voluntario, etc.

Debe advertirse que los monumentos de tema local funcionan como excelentes y muy directos apelativos a la memoria lugareña, habitualmente desplazada, por los grandes temas nacionales, a renglones subalternos en la narración histórica.

6)     Relación de la obra escultórica con su pedestal
Es un aspecto al cual suele prestarse escasa atención, no obstante la unidad de lectura formal que vincula a la escultura con su pedestal. Ha de analizarse si el pedestal integra el programa proyectual del artista (caso del Mitre de Arduino o del Pueyrredon de Cullen Ayerza) o adviene posteriormente sin una relación compositiva de origen con la obra escultórica. Este último supuesto puede traer algunos desajustes que suelen ser bastante visibles. El caso del monumento al presidente Perón en Avenida Unida Nacional es un claro ejemplo de tal inconsistencia entre ambos componentes: a simple vista no sabemos si es Perón saludando o un náufrago pidiendo auxilio… precisamente porque el pedestal no fue concebido para aquella escultura.

Existen en San Isidro varios pedestales de excelente calidad, que guardan consistencia con la estatua, ya sea por la homogeneidad de los materiales (mármol de Carrara en el caso de Mitre, o cemento con armazones en el caso del Águila del Centenario), ya por la correspondencia del lenguaje empleado para ambos elementos, como lo atestiguan las formas art-decó del busto de Adrián Beccar Varela o del Mástil de Perlotti.

Un dato que merece anotarse es la fabricación de pedestales de piedra granítica en el penal de Sierra Chica. Puede advertirse esta marca en los pedestales del Mástil de Perlotti, del Roca de Brunnix, del Cristo de Cateruccia, o el Pueyrredon de Cullen Ayerza o el P. Castiglia. Debe recordarse que, una de las razones que determinaron la elección de Sierra Chica para la instalación del presidio, fue, precisamente, la existencia de una abundante cantera para aplicar sobre ella el trabajo de los penados, y su ubicación en relación con la vía férrea.

7)     La epigrafía:
Las leyendas epigráficas, o inscripciones colocadas en cada pieza (ya sea talladas en el pedestal, ya mediante placas adosadas), ayudan a un interpretación del monumento, que ha de seguir al primer abordaje puramente perceptivo-visual. No importa que la leyenda sea extensa, antes bien una expresión concisa cumple su función adecuadamente.

Viene a cuento una anécdota de los años fundacionales de la Comisión Nacional de Museos, y de Monumentos y Lugares Históricos, bajo la presidencia de Ricardo Levene. En una de aquellas sesiones se planteó la inquietud de preparar textos más extensos para las placas conmemorativas de próceres, a pedido de Enrique Udaondo. Ello motivó una discusión que fue zanjada por uno de los vocales más veteranos, Cárcano, con esta definición categórica: - Si el personaje requiere una leyenda explicativa extensa de sus méritos, entonces no merece la placa-

8)     Relación del monumento con el medio físico donde se emplaza:
En el caso de San Isidro ¿cuántas veces habremos tomado el Mástil de Perlotti donde confluyen las calles Belgrano, 9 de julio y Acassuso, como hito de referencia? El patrimonio escultórico y conmemorativo se incorpora, así, al paisaje urbano con una amable presencia.

La cuestión de la relación del monumento con el medio físico nos plantea dos aspectos:

a)     Aspecto topográfico:
Vale decir el lugar (en griego, topos) de emplazamiento y el sentido del lugar. Así, la máxima publicidad de este patrimonio de goce social serán los espacios públicos de amplio acceso o tránsito: calles y plazas. Un acceso intermedio lo tenemos en iglesias y edificios públicos (cementerio, hospitales, dependencias municipales y museos), en tanto tales locales establecen horarios de apertura y cierre. Ya un acceso más restringido se refiere a colegios o instituciones privadas.

Hemos de recalcar el sentido de tal o cual emplazamiento. Contrariamente a lo que suele pensarse, los monumentos no se ubican al azar. De tal modo que en general el ubi, el dónde, contiene un mensaje inseparable del objeto mismo.
Pensemos en la estatua de Domingo de Acassuso, emplazada en el terreno que él mismo dispuso dotar para la capilla, a modo de “tierras del santo”; o la estatua de Pueyrredon en una fracción de su chacra; o la estatua del P. Castiglia, en el barrio que él evangelizó; o el busto de Orlando Williams, en la plazoleta donde crece el vástago de un ombú histórico; o el busto del P. Menini frente a la parroquia que él tuvo a su cargo durante tantos años; o el busto de Adrián Beccar Varela en la plaza principal del pueblo que el gobernó como intendente, de cara al sitio del “reloj floral” que fue creación suya; o el monumento a los 33 orientales, en el puerto Sánchez, en el lugar de embarque de la expedición libertadora del Uruguay, etc.

a)     El aspecto toponímico:
En muchos casos, el monumento le da su nombre al lugar de emplazamiento, como ocurrió desde 1913 con el “Paseo del Águila” en Martínez.

También hay casos en que los nombres del monumento y el sitio púbico se asocian y se replican en perfecta correspondencia, como la Plaza Bartolomé Mitre, o la Plaza Padre Castiglia, o la Plaza San Martín (Boulogne), o la Plaza Roca (Beccar). De ahí, pues, la conveniencia de mantener los monumentos en sus sitios de emplazamiento original y, máxime, cuando la obra y el lugar adoptan idéntica denominación y el topónimo goza de un aceptado conocimiento público. Bajo este criterio, no puede estimarse acertada la remoción de la estatua de Cristóbal Colón de, precisamente, la Plaza Colón que da inicio a la avenida Paseo Colón, en Buenos Aires.

9)     La invariante estética:
Esta invariante nos conduce al análisis del “lenguaje” que el artista ha adoptado para concretar su obra. O, dicho de otro modo, el “estilo” en general de la pieza artística. Es evidente que esta invariante se correlaciona con la época de ejecución de la estatua o de la placa. En líneas generales, cada época halla su propia voluntad de forma expresiva en los lenguajes dominantes. Así, para el Águila o para Mitre, que son monumentos del Centenario, se adoptó el “academicismo”, en tanto las estatuas de Pueyrredon o de Castiglia insinúan rasgos de transición expresionista a una vanguardia que será desembozadamente art-decó en el busto de Adrián Beccar Varela, o de un acabado casi brutalista en la estatua de Acassuso.

Mientras algunas obras se mantienen en los contornos de un retratismo canónico (el “vivo retrato” de la escultura italiana clásica), otras se atreven a una gestualidad pictórica, como esa mano cruzada sobre el pecho, casi al modo de El Greco, en el busto de Luis Aquino; o la llamativa pose “yoga” para Sor Camila Rolón.

Domina el lenguaje figurativo en los ejemplos sanisidrenses, con la excepción, a favor de la abstracción geometrizada, en los casos del monumento a los 33 orientales o los Caídos en el hundimiento al crucero “Gral. Belgrano”. Curiosamente, no hay monumentos ecuestres en San Isidro.

Pero la invariante estética nos coloca también, e inevitablemente, ante un juicio inherente a una escala de “belleza” o “gracia”, por emplear categorías ya clásicas. Y nuestro registro sanisidrense sabrá catalogar cada monumento en, por lo menos, tres categorías: los bellos, los no tan bellos… y los espantosos. Afortunadamente, de esta última especie, apenas si podemos identificar uno solo, cuya figura de remate más semeja al conde Drácula que al benemérito intendente que pretende homenajear.

“Las estatuas invisibles”
Con este título encabezó, hace muchos años, una conferencia, Manuel Mujica Lainez, aludiendo a las figuras de San Isidro que todavía carecían de monumento. Ciertamente, de aquellos vecinos más ilustres, siguen ausentes del homenaje monumental reclamado por el escritor, Mariquita Sánchez de Thompson, Prilidiano Pueyrredon y José Mármol. A esa lista podrían agregarse, decimos nosotros, Francisco Javier Muñiz y Victoria Ocampo, entre otros. Tal vez, algún día, cuando la generosidad de la comunidad y los presupuestos municipales lo permitan, como ocurría antaño, esa ausencia sea reparada.

Epílogo
Las primeras manifestaciones “escultóricas” ofrecidas a la contemplación pública en San Isidro, fueron piezas ejecutadas en serie, aunque de una rara belleza. Me estoy refiriendo a esos misteriosos “hombres vegetales” cuyas cabezas toman relieve en los capiteles del edificio del Concejo Deliberante; proyectado por Pedro Benoit (h.) e inaugurado en 1875. Debieron pasar varios años hasta que el Centenario contagiara al pueblo sanisidrense aquel furor estatuario que se verificó en otras ciudades argentinas. Con el Águila de Andina (julio de 1910) y el Mitre de Arduino (diciembre de 1910) comienza, propiamente, la historia del patrimonio escultórico y conmemorativo de San Isidro. Un legado enriquecido hasta el presente con un vasto repertorio de temas, estilos y autores, como pocas ciudades bonaerenses pueden exhibir.


Apéndice. Descripción artística y aspectos históricos del primer monumento levantado en el Partido de San Isidro.**

Monumento a la Libertad (llamado El Águila).
Emplazamiento: Paseo Pueyrredon (también llamado “Paseo del Águila” o “los Palitos”, o Plazoleta “Mar Dulce”).
Autor: Emilio T. Andina (argentino, 1875 – 1935)
Inauguración: 17 de julio de 1910.

Reseña histórica y artística:
Un singular ejemplo de alegoría zoomórfica es el Águila abanderada, situada en el paseo Pueyrredon, en la barranca de Martínez. Pocos elementos figurativos definen el sentido patriótico de este monumento: sobre un obelisco trunco (apoyado éste en un breve plinto decorado con una guirnalda en su cornisa) un águila con sus alas desplegadas, de espaldas al río, sostiene en sus garras una bandera argentina en su asta; en tanto un fragmento de cadena rota pende del pico. El animal se apoya en un cañón a modo de trofeo de guerra.
La inscripción “1810-1910” en la cara frontal del pedestal, alude a la celebración triunfal del Centenario de Mayo. Puede decirse que, aunque la alegoría es directa (el carácter majestuoso y triunfante del águila y la apelación a la Nación emancipada en la bandera y en el fragmento de cadena), no es tan común la utilización de este zoomorfismo en la iconografía estatuaria del Centenario; de modo que el monumento sanisidrense bien puede tenerse por rareza en tal repertorio. Es, por otra parte, el único animal retratado en un monumento en San Isidro (téngase presente que no hay estatuas ecuestres en el partido).
El material empleado como soporte es cemento con armazones metálicas. Razones de costos podrían explicar la elección, en alternativa del mármol.
Una postal de época que consultamos en el Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro “Dr. Horacio Beccar Varela” lo muestra originalmente cercado por cuatro pequeños pilares y una cadena artística, y con visuales más despejadas de masa arbórea en su perímetro inmediato. Las bellas farolas, las barandas rústicas y un magnífico chalet refuerzan el carácter pintoresco del paseo y su entorno. La ceremonia inaugural se cumplió allí, el domingo 17 de julio de 1910, en el marco de un gran festejo, como anunció el diario La Nación de Buenos Aires.
Pieza de un escultor que se retiró en silencio, acaso, como anotó José León Pagano, “insatisfecho con su obra, tras una instintiva, ardua y solitaria conquista de su propio medio expresivo. Quizá inspirado en sus privaciones personales y en el ambiente de su formación italiana, Andina, el autor, fue más un artista inclinado a la temática social y nativista, que un retórico de lo decorativo o lo conmemorativo. El Águila de Martínez viene a ser, también en este punto, una pieza singular, realizada en el período entre su regreso desde Roma a Buenos Aires (1903) y una segunda, aunque breve, temporada en Italia. Quizá esto explique la apelación a un animal de referencias alegóricas más bien romano-itálicas. En cualquier caso, ya unos años antes (1903) Víctor de Pol había ejecutado un águila similar para el monumento a Trejo y Sanabria en Córdoba. Otro caso que podía ofrecer analogías es el águila en bronce del escultor húngaro Gyula Donath, realizada para el Palacio Real de Budapest con motivo del milésimo aniversario nacional. Ya en 1907 la obra era conocida y había aparecido en alguna publicación artística. Pero es virtualmente imposible precisar si Andina se inspiró o no en algún modelo anterior.
Sin perjuicio de ello, corresponde consignar una versión tradicional que también vincula el tema escultórico con el sitio de su ubicación, pero en este caso, para justificar la elección del animal modelado, en coincidencia con su valor alegórico. Se dijo que siendo vecinos inmediatos de aquel lugar los dueños de la fábrica de cafés y chocolates “El Águila” (la familia Saint), algo tuvieron que ver con el ave elegida, que era la marca de su establecimiento. De hecho, aún hoy pueden verse dos águilas en el remate del edificio industrial, situado en Barracas. Pero, en rigor, no puede a simple vista establecerse mayor analogía que el propio animal representado con las alas desplegadas, bien que su actitud y otros atributos lucen diferentes. Tampoco se ha podido establecer un fundamento documentado de esta versión.
Por su carácter representativo de la Libertad o la Independencia argentina, el monumento debía inaugurarse, quizá, el 9 de julio de 1910, pero lo impidió el mal tiempo, trasladándose la ceremonia al 17 de julio. Habló el historiador y bibliófilo Ernesto Celesia. Nicanor Repetto, por su parte, había presidido la comisión organizadora, y Andrés Rolón era el intendente municipal. Es interesante destacar que, en 1913, el intendente Adrián Beccar Varela denominó “del Águila” al paseo de su emplazamiento, en el arranque de la calle Pueyrredon (llamado también “los Palitos”). Vale decir que la escultura determinó aquel topónimo, que en 1919, por iniciativa del concejal Madero, se cambió por el de “Mar Dulce”, que también daba nombre al balneario.
El Águila integró el programa de acciones conmemorativas del Centenario en San Isidro, que incluyó la imposición de aquel sonoro nombre a un tramo de la avenida Santa Fe, y la denominación de la calle Primera Junta. También la erección de la estatua a Bartolomé Mitre.
Un último comentario resulta oportuno: siendo que su inauguración ocurrió en julio de 1910, el Águila viene a ser el primer monumento conmemorativo sanisidrense, toda vez que la estatua de Bartolomé Mitre (habitualmente tenida en tal primacía) fue inaugurada en el mes de diciembre de aquel año del Centenario.
Leyenda epigráfica:
“1810 – 1910”

Referencias de la obra:
-        Diario La Nación de Buenos Aires, 14.VII.1910, pág. 9.
-        Balneario “Mar Dulce”, en El Independiente, 30.VIII.1924.
-        Municipalidad de San Isidro, Departamento Ejecutivo: Nómina de monumentos, plazas, calles, monolitos, etc. 31.XII.1936 (Recaído en expediente 635-E-1936). Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro “Dr. Horacio Beccar Varela”. Caja Plazas y Monumentos I.
-        Crónicas de San Isidro, Año 1 – N° 2 - Mayo 1971
-        Tirigall, Jorge. San Isidro. Algo de nuestro ayer. San Isidro, Municipalidad de San Isidro, 2000, pág. 26.
-        Kröpfl, Pedro F., La Metamorfosis de San Isidro – 2 1580-2004, San Isidro, 2005, pág. 393, 394.
-        Datos aportados por la Sra. Ivonne Rousset.

Referencias del artista:
-        Pagano, José León: El Arte de los argentinos, Bs.As., edición del autor, 1940. Tomo III, pág. 387-389.
-        Merlino, Adrián. Diccionario de artistas plásticos en la Argentina. Bs.As., edición del autor, 1954, pág.11, 12.
-        Gesualdo, Vicente; Biglione, Aldo y Santos, Rodolfo: Diccionario de artistas plásticos en la Argentina, Bs. As., Editorial Inca, 1988. Tomo I, pág. 51.

**El texto del presente Apéndice integra el trabajo de investigación y catalogación relativo al patrimonio escultórico y conmemorativo del Partido de San Isidro en curso de finalización, desarrollado en conjunto con la Arq. Marcela Fugardo. Es, por tanto, anticipo de dicha obra integral.




[1] El presente texto reproduce, con ligeros ajustes de estilo escrito, la conferencia pronunciada por el autor el día 11 de diciembre de 2013 en el Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro “Dr. Horacio Beccar Varela”, y es un avance de un trabajo integral , en curso de investigación, realizado en conjunto con la Arq. Marcela Fugardo.