La mirada y la interpretación de Oscar Andrés De Masi, arqueógrafo

martes, 26 de marzo de 2024

RECONOCIMIENTO COMUNAL PARA UN LIBRO DE OSCAR ANDRÉS DE MASI


LA COMUNA 1 DE LA CABA DECLARA DE INTERÉS CULTURAL EL LIBRO ACERCA DE LA HISTORIA Y EL ARTE DE LA IGLESIA ORTODOXA RUSA DE BUENOS AIRES.

Por iniciativa  espontánea del bloque representativo de La Libertad Avanza, hemos recibido este reconocimiento. Al aceptarlo, el autor expresa que lo hace no tanto a mérito personal, sino como una distinción hacia la primera comunidad parroquial ortodoxa rusa establecida en nuestro país y cuyo templo, inaugurado en presencia del presidente Gral. Julio A. Roca en 1901, es monumento histórico nacional y tesoro patrimonial para todos los ciudadanos porteños. Porque, a su juicio, la diversidad de ritos es un valor que enriquece nuestra identidad común.

Gracias al miembro comunal Lic. Pablo Testori y su equipo; y gracias a mi querido amigo el  arcipreste Alejandro Iwaszewicz, cabeza visible de esa comunidad de fe, por su confianza en mi tarea historiográfica.













 

lunes, 4 de marzo de 2024

¿POR QUÉ LA SUBSECRETARÍA DE PATRIMONIO DE LA NACIÓN NO DESEA QUE LOS MUSEÓLOGOS QUEDEN AL FRENTE DE LOS MUSEOS HISTÓRICOS NACIONALES?

Por Oscar Andrés De Masi

Para Viaje a las Estatuas, marzo 2024

 

En el marco de la tensión generada en estos días por los relevos intempestivos de las autoridades de museos nacionales (cargos que no se han cubierto, en esta instancia, mediante concursos), la Subsecretaria de Patrimonio de la Nación ha expresado que, para ejercer la dirección de los museos históricos, se prefiere ahora a los historiadores (sic).

 

Nadie podría suponer que yo tenga algo en contra de los historiadores (al menos contra los que son serios, porque también hay impostores en este rubro), desde el momento en que me he dedicado a esa disciplina desde los diez y nueve años de edad (es decir, hace ya cuatro décadas), cuando ese gran maestro y amigo que fue Alberto S. J. de Paula me incluyó, como joven investigador, en el Centro de Estudios Regionales de la UNLZ. Desde entonces arranca mi dedicación a la Historia.

 

Pero debe decirse muy claramente (pues como escribió Goethe, al mal hay que llamarlo por su nombre) que este criterio sospechosamente selectivo, enunciado por la funcionaria, resulta a esta altura no sólo irritante, sino anacrónico (porque fue práctica virtuosa en otra época, cuando no existía la profesión del museólogo) y no garantiza per se el requisito constitucional de idoneidad, ya que depende de la capacidad de gestión museística del historiador. Al fin y al cabo, un museo no es una academia ni una junta de Historia.

 

Por otra parte, hay cientos de ejemplos de profesionales de diferentes disciplinas que han conducido con éxito museos históricos. Para no ir muy atrás en el tiempo, tomemos el caso de la arquitecta Marcela Fugardo y su brillante gestión en el Museo Histórico Municipal de San Isidro.

 

Sostener el criterio de la incumbencia excluyente de los “historiadores” sería lo mismo que afirmar que los museos de artes plásticas deben ser dirigidos únicamente por pintores o por escultores, o por grabadores, o por críticos de arte. Pero, por más que alguna vez hubo antecedentes remarcables en ese sentido (pensemos en Eduardo Schiaffino organizando el Museo Nacional de Bellas Artes, o en Cupertino del Campo, o en Juan Zocchi o en Jorge Romero Brest), es lícito preguntarse si acaso el dominio de una técnica artística o una pluma crítica acerada asegura, como si se tratara de una ciencia infusa, la experticia gerencial que supone la conducción de un museo.

 

Además, habría que definir ¿qué se entiende por “historiador”? ¿Alude a una credencial académica o a un sostenido desempeño de la disciplina, desde la investigación y la cátedra? Porque, como dije antes, a la par de los historiadores rigurosos, hay farsantes credencializados y farsantes sin credencial, que suelen construir su celebridad en los medios dominantes o en las tiradas de libros que repiten, con menos elegancia y casi nula heurística, lo que dijeron antes otros cronistas más pulidos.

 

Pero lo grave es que, además de soslayar la competencia profesional y la pertinencia epistémica de los museólogos argentinos en general, la funcionaria olvida que existe, desde hace medio siglo, una Escuela Nacional de Museología, fundada por el Dr. Julio César Gancedo, orientada a la disciplina histórica y que depende ¡de la misma Secretaría de Cultura de la cual depende la Subsecretaría de Patrimonio!

 

De esa Escuela, cuya Regencia me honra haber ejercido, han egresado varias promociones con el título de “Técnico Superior en Museología Histórica” y muchos graduados han articulado su carrera con estudios universitarios. Demás está decir que, a lo largo de su trayectoria, el establecimiento ha contado en su claustro docente con profesoras de la talla de la Licenciada Susana Speroni; y que ha producido museólogos que han demostrado, en su desempeño, que las lecciones recibidas de tales maestros no fueron en vano.

 

Ante la arbitraria preferencia que sostiene la Subsecretaria de Patrimonio cabe preguntar: ¿por qué negarles a estos profesionales formados por el propio Estado nacional, la oportunidad de desempeñarse en museos nacionales? ¿qué sentido tiene que se financie la Escuela Nacional de Museología con recursos públicos, si luego, sus egresados no serán tenidos en consideración por el propio Estado nacional, a la hora de cubrir cargos directivos en sus museos?

 

O quizá ¿no será esta agenda de “descarte” el preludio ominoso del cierre de la Escuela?

 

En cualquier caso, el episodio que comentamos va de la mano con ese otro interrogante que vienen planteando algunos museólogos que han acumulado suficiente experiencia (como el Licenciado Carlos Fernández Balboa) pero que, pese a sus copiosos antecedentes, no han sido “tocados con la varita mágica” de la política de turno para dirigir un museo: ¿qué destino tiene en la Argentina la carrera de Museología?