La mirada y la interpretación de Oscar Andrés De Masi, arqueógrafo

sábado, 31 de marzo de 2018

¿MONUMENTOS "INTERVENIDOS" O MONUMENTOS "RIDICULIZADOS"?


Por Oscar Andrés De Masi
Para Viaje a las estatuas
Abril de 2018


Foto oadm 2017

¿Qué está ocurriendo con algunos edificios declarados como "monumentos históricos nacionales" y sometidos a curiosas intervenciones en su materialidad visible?

Ya nos hemos referido al caso de la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima en Martínez, cuya fachada aparece desfigurada por el agregado de una estructura de metal a modo de pórtico virtual. Si bien la estructura es conmemorativa y provisoria (y la Comisión Nacional de Monumentos ha  relajado su directiva de retiro de la estructura, autorizado su permanencia hasta octubre), no hay duda de que las características visuales de la fachada han sido modificadas durante estos meses, apartándose de la neta simpleza de su concepción original. En suma, la "autenticidad" del edificio aparece comprometida, y la impronta creativa de sus proyectistas se ha modificado. Vale decir, una obra de arte ha sido modificada con elementos de dudosa pertinencia formal, traicionando la estética original y sus más sinceros elementos gramaticales.


Foto oadm 2017

El caso persistente del Palacio Municipal de Lomas de Zamora (monumento histórico nacional y proyecto de Alberto Bogani ejecutado por Pío Ricagno) es ya un clásico "de manual": unas rayas verticales de tono gris vienen a traicionar la voluntad de forma proyectual y la preceptiva monocromática de su lenguaje racionalista que le valiera en su tiempo el mote de "Palacio Blanco"… Sumado a ello, el ridículo "bonete" que forma el parapeto sobre la torre-reloj…


Foto oadm 2013

Ahora toca el turno al "Palais de Glace" en el barrio de la Recoleta, en Buenos Aires, que también  goza de la categoría de monumento histórico nacional merced al Decreto del PEN Nº 570/ 2004.

Se trata de un edificio construido allá por los años del Centenario como pista de patinaje sobre hielo (muy a la moda entre la burguesía porteña) y, luego, transformado en salón de ejecución y baile de tangos, donde se lucieron conocidas orquestas.

En 1931, el edificio pasó a propiedad de la Nación, como sede de la Dirección de Bellas Artes. En 1932 se realizó allí el primer Salón Nacional de Bellas Artes.

Foto oadm 2017

Para satisfacer esta nueva función, se encargó al arquitecto Alejandro Bustillo una intensa reforma, entre los años 1932 y 1935. Vale decir, que el aspecto exterior es eminentemente "bustillano".

Y he aquí el interrogante que cabe formularse, más allá de la simpatía o el rechazo que pueda motivar este reciente gesto decorativo, consistente en la aplicación de pintura mediante bandas diagonales (¿ de tipo "camouflage" o "animal print" geométrico?…) y tubos de neón (insertados mediante tarugos en el muro): si el edificio se despojó en los años 30 de su eclecticismo "Beaux Arts" de origen, para adoptar en canje la severidad propia del neoclasicismo de Bustillo (y recalco la palabra "severidad", que los romanos llamaban severitas y también gravitas) ¿no traiciona esta intervención "frívola" la kunstwollen de Bustillo? ¿no desfigura de un modo ridículo la "marca de autor"? Cada uno de ustedes formulará su respuesta.


En cualquier caso, son preguntas que es válido formularse y que debería responder la Comisión Nacional de Monumentos en el marco de las facultades de superintendencia que le confiere la Ley 12665. ¿Las ha ejercido? ¿Autorizó la Comisión esta intervención ridiculizante, que traiciona el quid del canon bustillano? ¿Qué opinaría el autor del célebre ensayo "La belleza primero" -una apología, quizá anacrónica, pero apología al fin, del lenguaje clásico en la arquitectura- de esta especie de piel-tricolor-de-cebra-pop-glam? ¿Alguien preguntó qué opinamos los vecinos del barrio?


En cualquier caso, se impone otra pregunta que concierne a la cuestión bio-medioambiental (o al simple sentido común y al respeto inter-especies en un mismo medio urbano): ¿era necesario, también, pintar el nido del hornero?…


Foto oadm 2017

Repitámoslo una vez más, loud & clear, con el énfasis de la Escuela Lombarda del patrimonio y la convicción de los abordajes histórico-científico-filológicos: la "ridiculización" de un edificio monumental impone un límite crítico y ético a toda intervención y reclama, a su vez, acciones de liberación material de los elementos "ridiculizantes". Tal fue la lógica que permitió, por ejemplo, retirar del Panteón de Agripa las torres-campanarios colocadas por Bernini, en razón del apodo burlesco que el pueblo romano les endilgó, llamándolas "orejas de asno". ¿Qué decir, pues, de las estructuras metálicas y las rayas de color que están apareciendo en algunos monumentos argentinos?




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