La mirada y la interpretación de Oscar Andrés De Masi, arqueógrafo

lunes, 30 de enero de 2023

DIBUJANDO EL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO DE LOMAS DE ZAMORA. MI EXPERIENCIA JUNTO A ALBERTO DE PAULA EN LOS AÑOS 80 **

**Versión original publicada el 27 junio, 2017 por la Junta de estudios históricos de Lomas de Zamora en su blog Juntaestudioshistpricoslz.wordpress.com/2017/06/27

Por Oscar Andrés De Masi

(Junio de 2017 - Diciembre 2022)


Ya desde comienzos de los años 80´s, poco después de mi ingreso en la Universidad, comencé con la práctica sistemática del dibujo de edificios y de monumentos escultóricos. Me animó a ello mi amigo y maestro Alberto S. J. de Paula y el hecho de integrar, desde entonces, su círculo más cercano de jóvenes investigadores que, en algunos casos, como el mío, ni siquiera estábamos graduados.

 

La inmensa generosidad de Alberto nos permitió, tan tempranamente, acompañar sus proyectos de investigación e ingresar en ese universo del patrimonio arquitectónico que, para entonces, muy pocos (o más bien casi nadie) abordaba en Lomas de Zamora. El «Centro de Estudios Regionales» fue una plataforma idónea para ello y permitió a un núcleo de investigadores con diversos niveles de madurez intelectual, participar de una nueva manera de abordar la historia identitaria de la zona, en sus diversas vertientes: territorio, urbanismo, transporte, poblamiento, sociedad, periodismo, arte, religión, etcétera.

 

Los nombres de Néstor Onsari, Carlos Pesado Palmieri, Beatriz Portas, Haydeé Epifanio y Eduardo Marcet, Jorge Tartarini y Gladys Pérez Ferrando, Luis Buján, Fernando Solanes y tantos otros que se me olvidan en este instante, jalonan aquel eón dorado, aquellos Goldene Zeitung de los estudios históricos en Lomas de Zamora, que tenía por escenario de reuniones, el edificio señorial de Santa Catalina. La figura patriarcal de don Carlos Duchini, aunque no asistiera a las sesiones, también era parte de aquel momentum irrepetible. Cuando donó su hemeroteca a la UNLZ, recuerdo que me tocó a mi, junto a Alberto, trasladarla en el baúl y en el asiento trasero de mi auto.

 

En mi caso, la cuestión del patrimonio arquitectónico y del patrimonio artístico (esculturas monumentales e imaginería) fueron los focos temáticos principales (aunque no los únicos), compartiendo una línea de investigación (inconclusa) con Alberto de Paula, quien ejercía el rol directivo.

 

Comenzamos una tarea de relevamiento «de campo» que consistía en identificar edificios de valor patrimonial durante una jornada completa, fotografiarlos y dibujar algunos de ellos, según sus directivas o según mi propio interés estético. Debo añadir que, como Alberto no conducía autos para entonces, mi tarea incluía, inexorablemente, el manejo de mi Ami-8 Citröen blanco que, años más tarde, ¡me fue robado una noche de invierno de la puerta de la casa de don Carlos Duchini, en Temperley!

 

Los territorios que relevamos más frecuentemente fueron Banfield, Lomas de Zamora, Temperley y Adrogué. También Turdera y Llavallol, y más raramente el barrio San José, Villa Albertina, Fiorito e Ingeniero Budge. En el caso de estas tres últimas localidades, recuerdo que, movido por la estulticia de los prejuicios burgueses a mis escasos veinte años, intenté cuestionar la necesidad de ir hasta allí, como si se tratara de Finisterra; a lo cual Alberto me respondió, lacónicamente, con el título de una revista. Me dijo: –Todo es historia…–

 

Es obvio decir que, para mí, algunos de esos lugares eran, hasta entonces, uncharted section of the galaxy, como hubiera dicho el Señor Spok,… o Terra incógnita según los romanos…

 

Durante dos jornadas recorrimos también Lanús, Remedios de Escalada, Villa Obrera, Monte Chingolo, Villa Industriales, Villa Caraza, Villa Diamante, y cruzamos el Riachuelo para visitar Pompeya. Zonas que hoy serían, quizá, difíciles de fotografiar sin la presencia de «guías locales». Recuerdo que aquel primer día, apurados por la lluvia (y el apetito de Alberto…), almorzamos en «La Blanqueada» de la avenida Sáenz. Aún conservo en mi poder las numerosas diapositivas que obtuvimos.

 

A otro relevamiento memorable (que abarcó únicamente Lomas, Temperley y Banfield) se agregó Jorge Cohen, quien trajo desde La Plata a un fotógrafo profesional. En una próxima ocasión les relataré aquella jornada, cuando Alberto nos decía casi como una arenga: –Aprovechen a fotografiar, porque en diez años no quedará nada en pie… “time will tell”, pensaba yo. Una vez más, él tenía razón y el tiempo se la concedió, aunque tristemente.


Si bien Alberto se abocaba a las fotografías (y como digo, conservo aquellas miles de diapositivas o de fotos impresas en papel, tomadas con su cámara Pentax), él insistía en que yo debía dibujar. Y así lo hice, sin demasiada convicción.

 

Su insistencia tenía un propósito que al comienzo no alcanzaba a advertir: muy poco después, me ofreció comenzar a ilustrar sus libros. Recuerdo que fue una tarde, luego de compartir un café, en Lomas (en la esquina de Alem y Rivera, y si no me equivoco, ese café ya no existe) junto a Federico Ortiz y a Raúl Gómez, ambos ya fallecidos, que estaban de visita en Lomas a causa de unas jornadas de Patrimonio. Hablábamos de la fachada de tal o cual edificio demolido y, para ubicarlo, lo dibujé de memoria en una servilleta de papel. Ortiz se sorprendió y le insistió categóricamente a Alberto para que me convenciera de abandonar la carrera de abogacía, e ingresara en la de arquitectura… Alberto le respondió que me había «contratado» como dibujante, para la reconstrucción de edificios demolidos. Ahí supe de mi nuevo oficio.

 

Años más tarde, encontré una convincente justificación de los deberes gráficos que me imponía Alberto, en un texto del arquitecto inglés Quinlan Terry, Architects anonymous (London, 1994), que dice así, a propósito de la práctica de dibujar o de esbozar edificios:

 

The practice of drawing and sketching [buildings] gives a proper perspective to the continuity of history. Its demonstrates how the timeless principles of architecture have been applied at different times, and therefore, how to apply them in our time (…) It may be a whole facade if I can find a building with scaffolding; or it may be simply a baluster, or a staircase, it may be a door surround or a window, or a monument in a church (…) Architecture have become something to be written about (not be locked at) the written word counts for more than the visual image…



Cuando se lo leí a Alberto, muchos años después de nuestros relevamientos «de campo», un domingo a media mañana en el viejo bar «Suárez» de Corrientes y Maipú, se encogió de hombros y se limitó a decirme, con esa ironía humorística tan suya: –No hacía falta ir a buscar un ignoto arquitecto inglés para darse cuenta… pero tiene razón

 

De los cientos de dibujos del vero en tinta negra o excepcionalmente azul (tinta china o marcador de trazo fino tipo Rotring) que produje en aquella época, pocos fueron publicados. Pero la gran mayoría los conservó mi querido amigo Alberto y por esas circularidades del destino, volvieron a mis manos luego de su muerte, cuando debí ejecutar mi deber de albaceas.

 

Si me decido a socializarlos parcialmente, ahora, no ha de interpretarse como un acto de narcisismo, porque, en verdad, y a diferencia de lo que pensaba de ellos mi generoso amigo, yo juzgo severamente su escaso valor estético. Creo que al darlos a conocer, junto a las circunstancias de su elaboración, vuelvo a tributar un homenaje a Alberto de Paula y a resignificar su figura pionera en la apreciación del patrimonio lomense, y en la necesidad perentoria de preservar un registro ante la inminencia de la pérdida.

 

Más aún, en esta hora en que en Lomas de Zamora han proliferado, como hongos tras la lluvia, los sedicentes «especialistas» en patrimonio arquitectónico y urbano, a quienes nunca los he visto recorrer y relevar el territorio y ordenar el resultado mediante imágenes y fichas, del modo tan intenso y artesanal cómo lo hicimos en aquellos años con Alberto: en la soledad de los precursores… (1).

(1) Para el último relevamiento del año 2000, se sumó mi querido amigo y colega patrimonialista, el arquitecto Pablo Willemsen.















2 comentarios:

  1. Cristina González Bordón9 de febrero de 2023, 10:30 a.m.

    Hermoso relato y felicitaciones por los dibujos en tinta que le otorgan un bello matiz melancólico.Siempre es reconfortante mirar los paisajes del sur del GBA.

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  2. Ah Cristina, ya son paisajes para la nostalgia, que la tinta no hace más que acentuar en quienes, como tú, los han recorrido y contemplado, una y otra vez...

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