Por Oscar Andrés De Masi
Para Viaje a las Estatuas
Febrero 2019
Nada ni nadie detiene las demoliciones de
casas de antaño en el partido de Lomas de Zamora y, ahora también, en Almirante
Brown. En este caso, nos referiremos a las localidades de Banfield y de
Adrogué.
En el mes de abril del año pasado
comentamos la rápida y completa demolición de un chalet pintoresquista del
constructor local F. Rossi, situado en la calle Capello al 100, en Banfield. Al
cabo de un tiempo, también cayó abatido su chalet vecino hacia el Oeste. Ambas
casas guardaban una correcta escala y dialogaban un mismo lenguaje expresivo,
tan identitario para esa zona. Ya nada queda de ellos.
Apenas a doscientos metros, en la avenida
Hipólito Yrigoyen nº 7930, fue demolida una vivienda "racionalista"
de dos plantas. Como señalamos entonces, no era, quizá, un ejemplar
esplendoroso de la arquitectura local, pero guardaba correspondencia epocal y
de lenguaje con un par de viviendas en la vereda opuesta de la avenida. Se
trata del acelerado cambio degradante que experimenta el paisaje urbano del
partido de Lomas de Zamora, trasegado por una constante: el repudio al
pasado, la supresión de la memoria edificada del distrito y su canje por un
presente advenedizo, desarraigado de las tradiciones locales y despojado de
todo abolengo. Así están las cosas…
Ahora le tocó el turno a una bella y
singular residencia en la esquina de Larroque y Manuel Castro (en los
confines del Barrio Parque Martínez), de lenguaje Neoespañol o Neocaliforniano
o Mission Style o Santa Fe Style, como Ustedes prefieran rotularlo. De chicos
la llamábamos "la casa de Don Diego de la Vega" o "la casa del
Zorro", por lo que suponíamos que era su semejanza con las "haciendas"
de la California española (Los Ángeles, Monterrey) que veíamos en la serie de
TV "El Zorro".
La armonía de volúmenes y de líneas del
edificio iba acorde con detalles muy logrados, como el imafronte-portal, el
mirador, la claustra, la galería, con su "poyo" corrido revestido en
hermosas mayólicas árabe-andaluzas, del tipo que fabricaba la casa Ramos Rejano… Nada queda en
pie. Fue arrasada por sus nuevos dueños, quienes, seguramente, desprecian el
valor patrimonial de aquel edificio e ignoran las invariantes históricas de aquella
arquitectura y de aquel paisaje identitario. ¿Qué rol le cabe, en estos casos,
al "Programa Patrimonio Lomas"? Vaya uno a saber. ¿Qué se levantará
en su lugar? Es fácil imaginar (según la experiencia que se viene reiterando
casi infaliblemente en la zona) que será un nuevo adefesio.
Foto oadm (2013).
Y cuando pensábamos que Adrogué
venía preservando un poco más que Banfield los valores de su arquitectura
tradicional, nos enteramos de la demolición, con la velocidad del relámpago, de
una casa de Della Paolera, de estilo anglo, en pleno casco histórico, en
la calle Brown 1297. Cerca de allí sobreviven un par de casas proyectadas en
unidad de lenguaje por el arquitecto Mario Buschiazzo. ¿Correrán la misma
suerte algún día?
Foto cortesía CR.
Se dice que la demolición no contó con
permiso municipal, ya que existía una protección de conjunto. ¿Fue burlado el
poder de policía edilicio de la Municipalidad? El concejal opositor Carlos
Regazzoni fue uno de los pocos que se quejaron en voz alta. También lo hicieron
algunos vecinos, en las redes sociales.
Por su parte, el apellido Della Paolera
(ya se trate del ingeniero Carlos María, ya del constructor Cayetano) tiene una
estimada resonancia local.
Foto cortesía CR.
Las dos casas demolidas que venimos
comentando eran edificios de valor patrimonial, de discreta belleza, de óptima
calidad constructiva. Agregaban valor estético al paisaje urbano de su
emplazamiento. Y para los lugareños de Banfield y de Adrogué, se cargaban de
aquellas nostalgias asociadas a nuestro propio pasado y que son el meollo de
nuestra memoria identitaria.
Las destrucciones llevadas al extremo de
la "desaparición" (y utiliza o esta palabra, consciente de su carga
histórica y moral en nuestro medio argentino…) de ambas casas son un daño
irreparable para los barrios en que se ubicaban. Si gana un inversor (en
términos de renta inmobiliaria) lo hace a expensas de la pérdida para la
comunidad, en esa cadena de valor social que llamamos la cultura, y cuyo
eslabón frágil es el patrimonio y sus componentes asociados, materiales e
inmateriales, edificados o naturales.
Ante las dos deplorables pérdidas,
sostengamos estas cuatro verdades, con la fuerza de un manifiesto:
1. Las casas históricas demolidas son un
recurso no renovable.
2. La buena arquitectura demolida no
tiene reemplazo.
3. Los árboles y jardines antiguos
abatidos tardarán mucho en crecer nuevamente.
4. Un paisaje urbano degradado no se
recupera ni pronto, ni fácilmente, ni a bajo costo.
¿Serán capaces de entenderlo de una vez
quienes, investidos de autoridad municipal y representación popular, deberían
velar por aquellos valores con los cuales se construye la identidad común y la
calidad de vida del conjunto local?
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