La mirada y la interpretación de Oscar Andrés De Masi, arqueógrafo

miércoles, 28 de septiembre de 2016

THE WALL... LA INTEGRIDAD PATRIMONIAL DEL CEMENTERIO DE LA CHACARITA EN SERIO RIESGO (ACERCA DE LAS RECIENTES DEMOLICIONES EN UN SECTOR DEL MURO SOBRE LA AVENIDA ELCANO)

Por Oscar Andrés De Masi
Para http://viajealasestatuas.blogspot.com.ar
Bs.As., 14/setiembre/2016



Las imágenes testimonian la desmaterialización del muro antiguo sobre la avenida Elcano, y la situación irreversible en su punto de encuentro con los pórticos monumentales laterales. Un componente histórico arrancado y una lectura arquitectónica actual alterada en sus valores de integridad y autenticidad patrimonial (Fotos DM, setiembre 2016).

Con la rapidez fulminante y destructiva de una blitzkrieg, desde hace unos días el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires viene realizando demoliciones en un sector histórico del perímetro del cementerio de la Chacarita; más precisamente, en el muro perimetral sobre la avenida Elcano. La desmaterialización de galerías antiguas de nichos (o "nicheras monumentales" al modo de las columbaria romanas) y del mismo muro antiguo, causa estupor al observador. Unas "plazas de juegos" o espacio público o cosa similar han aparecido, ahora, insinuados en los sectores cuya arquitectura se ha suprimido… junto con su sello identitario.

El proyecto en cuestión (propiciado por la Dirección General de Espacios Verdes de la Ciudad) no ha sido suficientemente difundido (y mucho menos, discutido) en el seno de la comunidad, hasta donde yo tengo información. He consultado a diversos colegas patrimonialistas y tampoco disponen de mayores precisiones. Lo cual es alarmante.

Sin tener a la vista una memoria técnica del proyecto (e imposibilitado, por lo mismo, de conocer sus fundamentos urbanísticos), únicamente puede conjeturarse su alcance de un modo empírico, según salta a la vista con sólo caminar por la vereda. El "espacio público de recreación", por así llamarlo, ganado con la eliminación del muro y la galería de nichos, se introduce en el enterratorio (cuya cota se ha desplazado, ahora, a una segunda galería) y permite visuales hacia los nichos. Las mismas visuales se abren desde la vereda peatonal, desde la avenida vehicular y desde la vía del ferrocarril. Una visión por cierto inaudita y hasta chocante, para este tipo de enterratorio de diseño decimonónico, emplazado en un barrio de la ciudad.

No voy a relatarles aquí la historia de la Chacarita, por demás sabida. No voy a recalcar aquí los valores patrimoniales de este "enterratorio general de Buenos Aires". Ni voy a abundar en consideraciones acerca de sus proyecciones de memoria identitaria. Simplemente, voy a expresar dos reflexiones que, espero, causen algún efecto de reconsideración en las autoridades de la CABA y, a la vez, sirvan de argumento para aquellos que deseen alzar una voz de queja ante este atropello a un bien histórico porteño pero que adquiere implicancias en la construcción e interpretación de los procesos sociales del país entero, reflejados en la centralidad portuaria de su Capital. En ese aspecto, lo que ocurre en el cementerio de la Chacarita debería motivar el interés y la preocupación de todos los argentinos.


Primera reflexión: el muro como deslinde físico y simbólico de la "ciudad de los muertos"

El "tipo" de cementerio post-revolución francesa ha irradiado su paradigma a los países de América. Ya no se trata, entre nosotros, del "camposanto" a la manera española, contiguo al templo, ni de la profusión de losas sepulcrales en los pavimentos de las mismas iglesias.
Tampoco se trata de las necrópolis (del griego, nekros = los muertos, y polis = la ciudad… la ciudad de los muertos) que el antiguo derecho romano mandaba establecer extra pomerium, es decir, fuera del ejido urbano (no sea que los muertos contaminen a los vivos, como decía Cicerón), tal como lo intentó, también, Carlos IIIº con las Ordenanzas de 1787, resistidas en España e incumplidas en América. Y aunque en su origen, nuestros actuales cementerios porteños se asentaran en áreas alejadas, hoy se hallan insertos en la ciudad.

Estamos ante otro modelo de dispositivo simbólico, arquitectónico e higiénico a la vez. Y este modelo concreto, para nuestra praxis funeraria, requiere un claro deslinde entre el enterratorio como "recinto-de-memoria-ritualizada" y el resto de la ciudad. Y esa ritualización específica ocurre, precisamente, intramuros, dentro de unos confines de intimidad señalados por los muros. El muro, the wall, separa la ciudad de los vivos (ruidosa, agitada, ocupada en las funciones dinámicas de la vida), de la ciudad de los muertos (silenciosa, quieta, serena y estabilizada en el recuerdo). Los rituales de la ciudad de los vivos difieren de los rituales de la ciudad de los muertos. Éstos últimos se cumplen en el interior del cementerio y reclaman un cierto "pudor" (derivado de la condición fenoménica y del pathos propio de la muerte): el "muro" provee, precisamente, aquella silente intimidad, y aquel pudor que la visita a las tumbas y el tributo a los difuntos reclaman.

La eliminación del muro, y peor todavía, su suplantación con espacios de recreo, desnaturaliza doblemente este aspecto de una gravitas necesaria del ritual funerario urbano. La visión irrestricta de los sepulcros y de sus visitantes, desde el exterior, causa una sensación chocante e incómoda, en ambos sectores de ese espacio: porque si perturba a quien mira desde afuera, también perturbará al deudo que visita un sepulcro, la visión y la audición del tráfico de peatones, de automóviles, de motos y de trenes, que se impone, ahora, desde la avenida Elcano… y que antes eran favorablemente obstruidas por el muro y las galerías adosadas antiguas.

Cito, complementariamente, un trabajo inédito (Chacarita, enterratorio general de Buenos Aires) de Beatriz Patti-Sara Poltarak-Adriana Pruzan y mi querido amigo Julio Cacciatore: El borde [del enterratorio] constituido en su mayor parte por galerías de nichos, aísla al cementerio de la ciudad. En relación a lo visual, lo hace a través del contorno edilicio que emerge por encima del cerco; y en lo auditivo, mediante el ruido del tránsito vehicular que aportan las avenidas contiguas.

Desde el punto de vista de esta primera reflexión, la destrucción realizada por la autoridad comunal no encuentra explicación ni justificación plausible. Es no sólo un agravio a la materialidad histórica y artística del sitio funerario, sino también a la inmaterialidad de sus componentes memoriales y rituales.


Segunda reflexión: la pérdida de componentes históricos del cementerio

Voy a referirme ahora a lo que significaba ese muro, ya no como dispositivo de deslinde simbólico y ritual, sino como parte de un conjunto histórico de indudable valor patrimonial. Porque tenemos que dejar de pensar, frívolamente, que la suma de nuestro patrimonio funerario se halla únicamente en la Recoleta, cuyos méritos son indiscutibles. También la Chacarita, también el cementerio de Flores, y también los cementerios Alemán y Británico, desde otros lenguajes e imaginarios quizás, desde otra diversidad social, económica e incluso religiosa, desde otros horizontes inmigratorios, tienen mucho que expresar en el aspecto de una memoria identitaria porteña y argentina. No lo dudemos ni por un instante. De ahí que el cementerio de la Chacarita merezca un tratamiento patrimonial respetuoso. De ahí que, desde hace ya unos años, la Comisión Nacional de Monumentos haya resuelto la declaratoria nacional de diversos sectores y sepulcros de aquellos cementerios (y me honro en haber tomado parte en esa decisión plasmada, principalmente, en los Decretos P.E.N nº 1839/06, 654/08, 1289/07 y 525/2010).

Para referirme al muro, debo apelar a la imagen de la Chacarita previa al muro… Y viene en mi ayuda un texto bastante olvidado de Adrián Beccar Varela, alusivo a la gestión de Torcuato de Alvear como Intendente capitalino, que me fue facilitado por el Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro con sede en la Quinta Los Ombúes (Torcuato de Alvear, primer intendente municipal de la ciudad de Buenos Aires, su acción edilicia. Publicación oficial, Kraft, Bs.As., 1926).

Decía ABV: Si deficiente era el estado del cementerio del Norte, ¡qué decir del de la Chacarita! Un potrero sin cercos y donde no se enterraban los cadáveres, sino que se tiraban éstos casi a flor de tierra… (p.442).

En efecto, encuentro en mi archivo este texto de la Memoria de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, del año 1872 (p.95): Lo único que lamenta esta Sección [la Comisión de Higiene integrada por Justo Meza y Juan Argerich] es que todavía no se haya cercado de pilares con sus rejas correspondientes, pues da una triste idea que aún esté cercado con palos y alambre

El Informe del Administrador del cementerio del año 1877 (que tengo a la vista en su impreso original) menciona la refacción hecha en el alambrado que circuye este cementerio… Al parecer, las tropas de ganado que ingresaban al enterratorio eran el principal problema. Por eso agregaba que una pared simple no importaría gravamen… el cercado, cualquiera que sea, no siendo el alambrado, evitaría a más las raterías y profanaciones que cada día se suceden… .(p.364)


Continúo con el relato de ABV: en el mensaje dirigido por Alvear al Concejo Deliberante el 27 de diciembre de 1880, hacía constar ese "estado deplorable". El cerco de alambre había sido destruido (facilitando las profanaciones) y debía reponerse. Pero Alvear sostuvo, con acierto y sentido común, que el sitio requería algo más que alambrados para resguardar de las profanaciones a los 40 mil cadáveres allí sepultados. Para ello, propuso licitar un muro de materiales como cerco perimetral. He allí el origen del componente "muro", que el Concejo autorizó.

En la Memoria de la Intendencia Municipal correspondiente a 1887 (también tengo a la vista su impreso original) se consigna que se dio principio a la construcción del muro de cerco en la parte de terreno de propiedad particular (p.290).

Y la Memoria del año 1888, que también tengo a la vista, informa que púdose terminar el muro de circunvalación, el cual se hizo después de demoler al que se había construido con el objeto de aislar la parte antes referida [alude a la adquisición del terreno cercado anteriormente]. Y concluye diciendo que el cementerio estaba cercado ya de muro (p.351). Cumplíase así el propósito de Torcuato de Alvear.

Según ABV, el muro original venía coronado por una cornisa "almenada", con pilares dispuestos cada tres metros y medio, y cuyos capiteles remataban en formas piramidales. Era la impronta formal que podía apreciarse, todavía, hasta hace pocos días. Dice ABV que se instalaron tres portones de hierro asegurados en pilares de material, rematados en cruces de mármol (éstas últimas ya habían sido retiradas hace tiempo).

El gesto "liberty" que aún se aprecia en los restos de ornamentación vegetal que permanecen junto a los pilares supérstites indicaría, quizás, algún retoque posterior, a favor del gusto art nouveau, aunque, de momento, no podría fundamentarlo.

En cuanto a las galerías de nichos eliminadas, fueron las primeras construidas circa 1900 para aquellos fallecidos cuyos restos recibían esta modalidad de sepultura (ya que aquí no podríamos hablar, propiamente, ni de "entierro" ni de "inhumación"). Ofrecían una visión de "contorno" o "cierre" de ese sector del cementerio, muy arquitectural y monumental, con templetes y columnatas trabajados en lenguaje clásico grecista (la segunda galería, supérstite ahora, presenta rasgos más bien italianizantes). Disponían de gran cantidad de "nichos" cerrados con lápidas, siguiendo el esquema tipológico de los columbaria (= palomares) romanos. Tal era su pregnancia iconográfica, que hasta se emitieron tarjetas postales que se enviaban, desde nuestro país, a otros países, haciendo viajar su imagen como un logro artístico de una Argentina que no escatimaba recursos estéticos y constructivos ni si quiera para sus muertos.

Desde el punto de vista de esta segunda reflexión, tampoco puede ponderarse como virtuosa la desmaterialización del muro y las galerías de nichos practicada por la autoridad comunal, sino más bien todo lo contrario. Se ha privado al complejo funerario de unos componentes valiosos de su arquitectura histórica y de su kunstwollen, su voluntad de forma artística. Para colono, hasta donde disponemos de información, tales sectores no presentaban ruina, sino los deterioros normales del paso del tiempo, la intemperie y la falta de mantenimientos; situaciones que podían remediarse mediante las debidas operaciones de restauración y puesta en valor. Su demolición, como partes históricas de un todo, no puede hallar justificación suficiente en la creación de unas "plazas" o "espacio de recreo", a expensas de la integridad del conjunto patrimonial.


La continuidad del muro antiguo sobre la avenida Elcano… ¡demolido! Cuesta entender esta decisión que afecta un componente histórico, funcional y simbólico del enterratorio 
(Foto OADM, 2011).



Una de las galerías-nicheras monumentales levantadas sobre el lateral de la avenida Elcano. ¡Hasta se emitieron tarjetas postales con su imagen! Un componente patrimonial singular, de fuerte pregnancia iconográfica funeraria… (Foto OADM, 2006).



Una calle interior del cementerio de la Chacarita. Al fondo, en el punto focal de la imagen, se distingue la galería cerrada sobre la calle Jorge Newbery, también en riesgo de desmaterialización… (Foto OADM, 2006).



Algunos interrogantes para el futuro inmediato

1.Un primer interrogante que cabe formularse ante la demolición es: ¿no estaban esos sectores legalmente protegidos por su antigüedad mayor a 50 años? ¿Actuó en este caso el Concejo de Asesoramiento Patrimonial? ¿Qué recomendó? Sería interesante saberlo.

2.Lo mismo cabe preguntarse acerca de la Dirección de Patrimonio de la Ciudad: ¿tuvo alguna intervención? ¿emitió opinión? ¿convalidó tácitamente la destrucción o procuró evitarla mediante algún dictamen?

3.Adicionalmente, tratándose de las "nicheras" antiguas pero con ocupación mortuoria: ¿se trató con el debido respeto a los restos humanos de allí removidos?

4.Éstos interrogantes aluden a lo irreversible del hecho ya cumplido: la demolición. Pero persisten interrogantes que atañen al futuro inmediato de esta obra pública que parece extenderse por la avenida Elcano. ¿Afectará los muros de los cementerios Alemán y Británico? En este caso, además del planteo simbólico, histórico y artístico, deberá ponerse en discusión el aspecto jurídico, ya que esos dos enterratorios son de propiedad privada.

5.Más todavía, en el caso del "muro histórico" del cementerio Británico, existen adosadas a él, una significativa cantidad de lápidas antiguas traídas desde el cementerio de disidentes  de la calle Victoria, y que conforman una reserva de memoria genealógica, de arte y de epigrafía lapidaria, cuya pérdida sería una catástrofe para el arte funerario y la diversidad patrimonial argentina.

6.¿Qué ocurrirá con las galerías de nichos establecidas sobre la calle Jorge Newbery (cuyos intercolumnios fueron posteriormente cerrados con muros de ladrillos, para evitar la visión directa de los nichos)? Son de muy buena arquitectura y construcción y, además, retienen su función de privacidad del recinto funerario.

7.Y una duda final: ¿comprometen estas obras la integridad del Crematorio, cuyo edificio data de 1903 y goza del status de monumento histórico nacional merced al Decreto P.E.N nº 1289/ 07? En ese caso, deberá tomar previa intervención la Comisión Nacional de Monumentos.

En síntesis: si lo ocurrido es irreversible, al menos intentemos evitar nuevas degradaciones del cementerio de la Chacarita, paradójicamente, ejecutadas por las autoridades locales… Al fin y al cabo debería quedar definitivamente claro que el patrimonio es un activo social que concierne a todos los ciudadanos, quienes deberían ser consultados, a la par de los especialistas, a la hora de alterar de un modo tan drástico, por vía de la obra pública, un bien histórico de semejante peso identitario. Que yo sepa, en este caso, no hubo consulta ninguna.



La incomprensible y chocante situación originada en la demolición del muro perimetral antiguo sobre la avenida Elcano (reemplazado por una verja corrida): un espacio abierto a modo de plaza que “se cuela” en el recinto funerario… Visión impúdica de las nicheras tipo columbario romano) desde la vereda y la calle… (Foto NEO, setiembre 2016).


Foto OADM, 2016

Foto OADM, 2016

Foto OADM, 2016

Foto OADM, 2016

Foto OADM, 2016

Foto OADM, 2016

Foto OADM, 2016

Foto OADM, 2016

Foto OADM, 2016




5 comentarios:

  1. Excelente post... Lamentable como eliminamos todo aquello que nos identifica como país, expresado en sus construcciones.....

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  2. Gracias Eduardo.
    Ahora hay que estar atentos al muro del cementerio Británico.
    oadm

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  3. La cuestión de muro vs verja transparente me recordó a los Talleres de Remedios de Escalada, donde se hizo algo similar, con el objeto de integrar el espacio a la ciudad y lograr visuales, lo cual me parece bueno aunque me preocupó la demolición del histórico muro de ladrillo inglés, sin cuestionamientos, cuando quizás se podrían haber considerado opciones intermedias, no lo se. Pero aquí hay una pequeña gran diferencia, atrás del muro no había un parque de una universidad, sino un cementerio! Nichos expuestos a la calle! Mínimo espero que materialicen un gran cerco vivo. Y por supuesto me preocupan las lápidas las cementerio británico, por favor cualquier novedad o acción cuenten conmigo.

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    1. Gracias por el mensaje.
      Evidentemente, aquí hay una gran diferencia en el valor del propio muro...
      Estaremos atentos a novedades.
      oadm

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  4. Es una pena que estemos perdiendo poco a poco nuestro patrimonio histórico. Gracias Oscar por hacernos notar este faltante irremediable del muro.

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