La mirada y la interpretación de Oscar Andrés De Masi, arqueógrafo

miércoles, 23 de agosto de 2023

SANTA CATALINA, OTRA VEZ… (PRIMERA PARTE)



Por Oscar Andrés De Masi

Para Viaje a las Estatuas, agosto de 2023


En estos días se ha renovado la polémica en torno de la iglesia y convento de Santa Catalina de Siena y sus parcelas adyacentes con rumbo S-E, a causa de la eventual construcción de un templo mormón. A las voces de protesta y advertencia se ha sumado una carta del nuevo arzobispo de Buenos Aires, lamentando que la decisión no haya sido informada en el marco del diálogo ecuménico, y pidiendo a las autoridades locales que se evalúe debidamente el potencial impacto negativo del proyecto. No está en tela de juicio la libertad religiosa que protege nuestra Constitución Nacional, sino los valores patrimoniales del conjunto conventual histórico y su entorno, y la integridad de su potencia simbólica.


Como varios amigos y amigas me han consultado acerca de este tema, me ha parecido oportuno empezar por publicar, nuevamente, un texto que escribí allá por el año 2012 y que apareció en la sección “Escriben los Vocales” del Boletín on-line de la entonces Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos, en la cual me desempeñaba como Vocal Secretario. El artículo pretendía rescatar la obra redactada por el arquitecto Andrés Millé y que, todavía hoy, suele aparecer en las librerías anticuarias.


En aquel momento de tensión, la Comisión produjo un acuerdo plenario y cursó diversas actuaciones (administrativas y judiciales), en defensa de los valores patrimoniales del monumento, amenazados por la intención de edificar una altísima torre en el predio por detrás de la iglesia.


Veamos qué dije entonces y, en una próxima entrega, profundizaré el caso a la luz de su actual estado de situación.


Una foto del conjunto a comienzos del siglo XX, cuando el lado norte de la fachada se hallaba perfectamente amortiguado (Col. OADM).


TIEMPO DE RELECTURA PARA LOS DOS TOMOS DE ANDRÉS MILLÉ ACERCA DEL CONVENTO DE SANTA CATALINA DE SIENA


Casi por azar, encuentro en un estante de mi biblioteca los dos tomos que, bajo el título de “El monasterio de Santa Catalina de Siena en Buenos Aires”, publicó en 1955 el arquitecto Andrés Millé. Un azar sospechoso y más bien sincrónico (dirían los seguidores del método junguiano), a causa de este preciso y sensible momento en que el conjunto monumental de Las Catalinas se ve amenazado en sus valores patrimoniales por un proyecto de edificación contigua, que, por lo menos,  impactará dramáticamente en la percepción visual y el entorno de los últimos perfiles tardo-coloniales que quedan en aquel barrio. No voy a ocuparme aquí de los aspectos críticos de la propuesta urbana, tema que el lector encontrará en la Carta editorial y otras secciones de este Boletín. Quiero, si, rescatar, en una coyuntura tan oportuna, estos dos volúmenes de Millé, que ya son un clásico de ese capítulo de la historiografía de Buenos Aires que solemos llamar las antigüedades porteñas, y que tuvo cultores curiosos y eruditos como Vicente Fidel López, Pillado, Peña, Quesada, Biedma, Wilde, Udaondo,  Lafuente Machain, Torre Revello etcétera.


Mientras aquellos nombres se enlistaban en el repertorio de los historiadores (ya fueran salidos de la tertulia erudita, ya de las nuevas maneras heurísticas de abordar el pasado en los archivos), hubo algunos casos notables de profesionales ajenos a la tarea historiográfica que recayeron exitosamente en ella, llevados por encomiendas técnicas  puntuales, a las cuales quisieron dar soporte histórico documentado. El resultado de tal contingencia fueron algunas obras cuya lectura sigue siendo casi obligatoria en la materia. La “Historia del puerto de Buenos Aires” de Eduardo Madero es una de ellas y bien ejemplar. Los dos tomos de Millé sobre Santa Catalina (sumados a su anterior monografía acerca de la Recoleta) también lo son.


Los estudios históricos de Andrés Millé habían sido motivados por su participación en la restauración de la antigua iglesia de los Recoletos. Se trataba, como él mismo lo confesó, de un encargo inesperado, que lo indujo a una inmediata búsqueda de antecedentes en archivos. La obra que logró compilar bajo el título de “La Recoleta de Buenos Aires: una visión del siglo XVIII” obtuvo en 1952 el premio de Historia de la Ciudad de Buenos Aires, otorgado por el Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades. El hallazgo de tantísima información relativa a don Juan de Narbona impactó fuertemente al autor, quien siguió a su personaje más allá de la Recoleta, para reencontrarlo en 1737 ofertando la única propuesta de ejecución de obras para el monasterio de Santa Catalina de Siena.


Fue Narbona, precisamente, quien propuso llevar el edificio a un terreno más amplio que el solar de la calle México y Defensa, en Catedral al Sur, y más alejado del centro de la ciudad.


Si bien el gobernador don Miguel de Salcedo apoyó el cambio de emplazamiento, por diversas razones ello no fue del agrado del Cabildo, originándose un pleito que, entre oficios, vistas, réplicas y demás diligencias procesales duró 37 años.


Millé escribió en el Prólogo que “el desarrollo de esa larga lucha, unas veces sorda, y a las claras otras, es el motivo principal de este trabajo”. El resultado de sus indagaciones es no sólo un completo dossier del incidente judicial, sino también un cuadro evocativo de Buenos Aires en el siglo XVIII, como lo indica el subtítulo.


A Millé le cabe el mérito -que él mismo no sospechó entonces- de haber podido acceder en consulta a la cuantiosa documentación de los archivos de la Curia de Buenos Aires, que fueron incendiados apenas meses después de concluida la investigación. Su reproducción textual es hoy la única salvaguarda filológica de muchos de aquellos folios reducidos a cenizas que habrá esparcido el viento.


Encuentro una rara paradoja en el caso de Santa Catalina: ya desde el origen, su definitiva ubicación fue motivo de una controversia. Pero, a pesar de que el pleito colonial se zanjó a favor de una mayor superficie para el convento y su templo, hoy el conflicto reaparece, mutatis mutandi, disparado por un paradigma opuesto: el avance los emprendimientos inmobiliarios a expensas de las menguadas áreas históricas y las últimas reservas de amortiguación visual de los pocos monumentos de memoria hispánica –maguer sus interferencias estéticas posteriores-  que quedan en pie en Buenos Aires.


Como sea, si el emplazamiento del convento de Santa Catalina propuesto por Narbona hace casi tres siglos dio pábulo a semejante debate (y con semejantes litigantes: Cabildo, Gobernador, Obispo, monjas catalinas, viudas y herederos…), he allí un motivo adicional y novedoso de respeto a sus fábricas supérstites. Y es mérito de los dos tomos escritos por Millé el traernos, desde el fondo de los siglos, como una vertiente renacida en un cauce antiguo, esta resemantización histórica no sólo del edificio o los edificios, sino también de su ubi, de su lugar, conjugado a la par del  monumento.


Casi trescientos años después de los episodios leguleyos desempolvados por Millé, la manzana de Santa Catalina vuelve al centro de la discusión porteña. Pero, a diferencia del litigio colonial, no hay ahora una autoridad local que quiera asumir la defensa acérrima de lo que subsiste del conjunto conventual. Por fortuna, hay vecinos y hay párroco, hay ONGs y medios de prensa sensibles, que suman coralmente sus voces junto a la diligente actuación de la Comisión Nacional de Monumentos.


Como en el pleito del siglo XVIII, la historia juzgará también a estos actores contemporáneos…







Dos vistas de la Iglesia Santa Catalina de Siena tomadas por Alberto de Paula circa 1985 

(Col. OADM).





1 comentario:

  1. He leido el artículo y, como habitante de otro gran convento en CABA, valoro el esfuerzo de su autor por preservar la integridad y destaque de estos bienes que ya son patrimonio de la Nación.

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