La mirada y la interpretación de Oscar Andrés De Masi, arqueógrafo

lunes, 12 de diciembre de 2022

BUSCANDO A SALAMONE. RENÉ LONGONI Y EL “CORAL SALAMONIANO”

Por Oscar Andrés De Masi




Ya desde la imagen de la tapa y la tipografía de un título conciso y exploratorio, este libro convoca a la lectura. No es poco para un pórtico. Pero hay todavía otros atrios que atravesar, para adentrarse en el texto y en las circunstancias de la experticia salamoniana de su autor.

 

La primera detención es, como en los atria romanos, un momento genealógico: se trata del prólogo escrito por los hijos de René Longoni (Ana, Matías, Juan y Andrés, compiladores del volumen), que da cuenta del origen disperso, reticular y divulgativo de estos textos, y de la intención afectiva de su traslado a los tórculos, para infinito gozo de quienes seguimos apegados a la galaxia Gutemberg, o sea, al hábito inextirpable de la lectura de la palabra impresa en papel.

 

Sigue el testimonio del fotógrafo Alfredo Fushimi, quien accedió a la obra de Salamone por vía de la narración iconográfica primero (la imago, quizá aurática para él desde el comienzo), y que halló, después, en el discurso de Longoni un instrumento de precisión nivelador de los posibles extremos exegéticos (hoy, que abundan sospechosamente y de repente los intérpretes de Salamone).

 

Finalmente, el prefacio ad hoc preparado por Juan Carlos Molteni -compañero de facultad de René en los años de formación platense y colega en más de un proyecto de investigación- explica el punto de encuentro suyo con el autor, y de ambos, en clave de producción binaria, con Salamone. Y ofrece una síntesis de los temas que aborda el libro. Y, más todavía, propone, al modo de una guía, un itinerario posible de lectura, no necesariamente lineal ni exclusivamente centrado en el personaje principal.

 

Con esto quiero significar que, en el ensamble polifónico de los tres textos prologales, se cifra, como en las ceremonias antiguas, la ritualidad preliminar de este libro, una suerte de proteleia sin nupcias, pero que no podría pasarse por alto. A continuación viene Longoni.

 

Estamos ante un libro que, por su propio génesis, desafía el canon académico, pero  sin renunciar ni al ejercicio crítico de la buena academia (porque hay mala academia también…), ni a las reglas de una amena escritura que no desdeña los guiños coloquiales, si casus ferat.

 

Pretendo decir que esta obra podrá satisfacer al lector no especializado pero ávido de conocimiento (aquel ente hilemórfico a quien Aristóteles atribuía el deseo natural del saber), tanto como al especialista que aún puede aprender algo más acerca de Salamone, de sus contornos epocales y de sus epígonos. Porque, como aquel “espejo que huye” que imaginó Giovanni Papini, cuanto más se habla de Salamone en nuestros días, tanto más parece alejarse de nosotros el ser humano real, reemplazado, en las narrativas “cholulas” (advierto que existe este argentinismo) por construcciones fantasiosas que lo sitúan en el lugar de un demiurgo providencial, solitario como un águila in excelsis, único, irrepetible, iluminado y hasta diabólico. Son las ocurrencias de los seudo historiadores y de los analistas casquivanos, dispuestos a inventar una leyenda mitológica allí donde la confluencia de los procesos estéticos y las condiciones políticas epocales basta para dar una explicación suficiente.

 

Salamone se ha convertido, pues, en un commodity para los charlatanes inoperantes de la gestión pública, para los periodistas frívolos, para los guías de turismo sin escrúpulos científicos y, en general, para todos los recién llegados al mundo del Patrimonio que intentan sacar tajada del festín monumental salamoniano.

 

Frente a este fenómeno, y ya desde antes, se alza la mirada rigurosa del investigador formado y serio, pero a la vez, capaz de pronunciar juicios filosos cuando la ocasión lo reclama, que es Longoni; y que nos invita a asomarnos al universo de una figura notable y poliédrica, que ha sido objeto de estudio y reflexión para él, por décadas y que lo ha movido a insuflar, como docente cabal, entusiasmos salamónicos a tantos colegas más jóvenes. Sólo por esa razón deberíamos escuchar lo que tenga para decirnos.

 

Las páginas de “Buscando a Salamone” no pretenden componer una Summa Salamónica al estilo de Santo Tomás de Aquino, porque la summa, en tanto compendio escolástico, contiene la totalidad de un área del saber. Más bien diría que, pasando del latín al griego, se trata de un epítome, que retiene solamente lo principal.

 

Así, podría afirmarse que este libro contiene unas notas sucintas como apuntes de a bordo, que identifican y sitúan no sólo a Salamone -su vida, su obra, su ascenso, su caída-, sino a su ambiente y sus vínculos políticos, a sus figuras colaterales y a su legado patrimonial. Y todo ello atraído por el vórtice del período 1936-1940, una especie de annus mirabilis de la historia bonaerense, multiplicado por cuatro.

 

Desde el punto de vista metodológico, es de resaltar cómo Longoni toma ventaja de los “informantes” amistosos (como solía hacerlo, mucho antes, Enrique Udaondo), esos hombres y mujeres desplegados en la vasta geografía de ciudades y pueblos donde aún queda mucho por descubrir.

 

Ellos son los sensores remotos del monitor salamoniano que tiene su base de análisis en Mar del Plata. Y son observadores bien sensibles a este tipo de apreciación identitaria que hunde sus raíces afectivas en la frecuentación cotidiana de los paisajes locales, urbanos y rurales. Los informantes cultivan así ese hábito que nos enseñó Panofsky, el hábito de observar e interpretar; y remiten, luego, al amigo erudito, sus hallazgos, para que la criba crítica del experto sea el dispositivo de falsación (como diría Popper) o de verificación finales.

 

Este modus operandi implica, sin duda, que existe generosidad intelectual de ambas partes, que nada queda oculto en el puño, porque las sinergias de una observación o una foto compartida, de un hallazgo noticiado, de una conclusión plausible socializada, beneficia a esa comunidad que forman los hombres y las mujeres que aman el estudio. He allí, también, una marca que define una ética, tanto en el modo de construir conocimiento, como en la manera de conquistar esa verdad relativa a Salamone y su obra, donde lo empírico y lo científico van progresando a la par.

 

“Buscando a Salamone” es, entonces, el enunciado de un programa, es la etiqueta de una travesía personal, es el rótulo de la hoja de ruta de una aventura que parece no tener fin. Porque, consistente con este titulo programático, entre los varios interrogantes que sobrevuelan las 122 páginas de este libro-bijou (por el fondo y por la forma), hay uno, persistente como una llovizna: ¿dónde está Salamone? O mejor dicho,¿Salamone está realmente detrás de todo edificio ejecutado a la maniera salamoniana? Porque el aire de familia de tantas arquitecturas de la vanguardia pampeana o cordobesa no implica forzosamente una paternidad común. Pero de pronto, como la moda es siempre un reguero irrefrenable, los neófitos en la cartografía del patrimonio edificado, descubren al son de crótalos y panderos la supuesta huella ubicua de Salamone, con la misma omnipresencia con que, por ejemplo, suele atribuirse a Charles Thays cuanto jardín exista en la arquitectura residencial de élite en la Argentina. Mientras el afán aspiracional provoca estas exageraciones, el discurso acrítico provoca otras inconsistencias.

 

Pero el maestro sabe distinguir para no equivocarse, y no se cuelan en su celemín las “sartas de patrañas y embustes” (Longoni dixit y dice bien) que, tratándose de Salamone, en su mayoría ya sabemos dónde (o más bien en quien) tienen su origen.

 

Ocurre que Longoni no puede despojarse de un cierto ethos militante, porque la política ha calado sus huesos, incluso al costo de un exilio. Quizá por eso hay también en estos artículos un manojo de justificadas denuncias morales ante los atropellos y los abandonos que vienen sufriendo tantas obras de Salamone (“ruinas y arruines” dice él… y yo agregaría que, en ambos casos, los resultados y los discursos cosméticos subsiguientes son siempre ruines…). Vale decir, una detonante combinación de inacción gubernamental y de mala praxis patrimonial. 

 

En este punto es indispensable interrogarnos acerca de ¿para qué declaramos, oportunamente, el corpus sustancial de la producción de Salamone en el marco normativo nacional que provee la ley 12.665? ¿Para qué nos tomamos el trabajo de fundamentar, redactar y tramitar el Decreto del PEN nº 1138/2014? Y utilizo la primera persona del plural (“declaramos” y “nos tomamos”), sin jactancia pero con plena deliberación y conciencia de mi rol en el asunto. Porque varios de nosotros nos tomamos muy en serio el caso Salamone.

 

¿Para qué concretamos aquella norma, larga como un papiro alejandrino, que llena varias fojas, firmada por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner? Entre otras cosas, para lo mismo que se declara cualquier otro bien patrimonial: para sumar a la Nación en el logro de una protección integral y sostenida, que no exime en modo alguno a la Provincia y a los Municipios de esta responsabilidad concurrente, según los términos de la ley vigente.

 

Este propósito no ha sido logrado en plenitud hasta ahora, como Longoni bien lo sabe y lo ha señalado. Los edificios del programa salamoniano han quedado librados al interés aleatorio de las gestiones municipales en cuya jurisdicción se ubiquen. Lo cual no es poco mérito para aquellas comunas que, efectivamente, han ejecutado intervenciones concretas y correctas. En algún tiempo pasado hubo también alguna aportación provincial, maguer su alcance acotado (el Programa Bicentenario y Obra Pública Patrimonial fue un antecedente).

 

Pero el “conjunto” declarado, por esa misma condición sistémica, reclama un plan integral y una coordinación de planeamientos que, con la supervisión de la Comisión Nacional de Monumentos, debería articular la Provincia de Buenos Aires, que fue, en definitiva, el sujeto histórico creador de ese programa de arquitectura oficial y es el territorio dónde se ubican mayormente estos edificios. Admitamos que, de alguna manera, ocho años después de la declaratoria, es hoy el gobierno nacional, desde el MOP, quien ha asumido la iniciativa de solventar las intervenciones a través de un plan ambicioso. Habrá que ver los resultados.

 

Al mismo tiempo es curioso y luce, casi, como un ejemplo de “procastinación” llevada a la agenda gubernamental, el hecho de que la Provincia haya anunciado para 2023 una “muestra itinerante” acerca de Salamone… mientras nos preguntamos si ha avanzado en la imperiosa implementación tuitiva de su propia Ley 12.854, con la consiguiente identificación e inscripción de bienes.

 

No quisiera concluir estas reflexiones sin señalar que hay en este libro otro mérito que, aunque parezca colateral, se halla implícito en la misma construcción del corpus de saberes salamonianos que ha logrado adquirir el autor. Se trata del rescate de los ya mencionados “contornos” de Salamone, de los satélites de ese sistema orbital de la obra pública bonaerense que tuvo a Salamone como núcleo heliocéntrico. Me estoy refiriendo a los personajes epocales que pronunciaron un lenguaje estético parecido, casi igual al de Salamone, o que actuaron profesionalmente implicados en sus proyectos o en concreciones paralelas.

 

Emergen de tal guisa los nombres de Bocazzi, Arenas, Varangot, Migone, López Mendez, Lo Celso, Bogani, Marseillán, Calvetti, Costantini, Sempere, Sirio, Medina Allende, Bagué, Logiácomo o Chiérico.

 

Son, sin duda, astros de menor notoriedad en ese firmamento donde sus trayectorias se cruzan con el fulgor deslumbrante de Salamone. Pero no por ello son de menguada valía, tanto en el campo de la arquitectura, como de la construcción o de la escultura. Y nuestro autor los salva del olvido, los rescata y los “sitúa” en un sistema de producción y ornamentación de edificios públicos cuya concepción y ejecución no podía depender de un solo ingenio o de una sola voluntad de labor.

 

Un más complejo “coral salamoniano” comienza a visibilizarse, detrás del velo que viene descorriendo René Longoni desde hace muchos años, cuando Francisco Salamone era todavía el nombre de una incógnita y sus obras estaban bien lejos de ser estimadas como patrimonio argentino.




VOLKSTRAUERTAG 2022 EN EL CEMENTERIO ALEMÁN


El 13 de noviembre conmemoramos el Volkstrauertag o Día del Duelo Nacional, organizado por la Embajada de la República de Alemania y que tiene como escenario ritual el monumento a los caidos en ambas guerras mundiales en el Cementerio Alemán. La lluvia tan temida esa mañana, cedió su lugar a un cálido sol que irradiaba su luz sobre el paisaje funerario, donde la piedra y el bronce dialogan con la naturaleza, y la historia dialoga con el arte.

A la palabra evocadora del discurso se sumó la palabra lírica de la poesía y la palabra esperanzada de la oración. Y la música se alternó con el tañido de la campaña ceremonial y con el silencio respetuoso.

Actuar como Maestro de Ceremonia es para Oscar Andrés De Masi, a la vez, un honor y un privilegio que se reitera cada año. Gracias a la @ceaba, al @cementerioalemanba y a la @embajadadelarepublicadealemania, por sus gestos de amistad!






lunes, 14 de noviembre de 2022

UNA PROPUESTA DE PRESERVACIÓN PATRIMONIAL DEL INTERBLOQUE "FRENTE DE TODOS Y FRENTE RENOVADOR", PARA EL CASCO HISTÓRICO DE SAN ISIDRO

Por Oscar Andrés De Masi

 

El 4 de octubre de este año ha sido presentado en el HCD de San Isidro un proyecto de ordenanza disponiendo la "peatonalización" del Casco Histórico de esa ciudad (APP año 1976), verdadero tesoro de memoria reflejada en sus marcas materiales. La iniciativa es, ostensiblemente, virtuosa (porque es necesaria, conveniente y oportuna) y se alinea con las tendencias que se verifican en diversos lugares del planeta Tierra que respetan su pasado, para este tipo de áreas históricas, consolidadas o no.

 

El texto es suficientemente explicativo de la intención de la norma propuesta y de sus fundamentos, que hunden sus razones epistémicas en conceptos interdisciplinarios como la movilidad accesible y el resguardo inclusivo de las personas con movilidad reducida, la calidad de vida y ambiente, los espacios públicos saludables, la preservación de los valores del patrimonio arquitectónico y urbano del sector, la integridad de la unidad de paisaje, la promoción del turismo de cercanía y sus impactos socioeconómicos etcétera.

 

En suma, como dice el documento, se trata de un modo, también, de construcción de comunidad.

 

Una vez más (y lo decimos hasta el cansancio desde la cátedra, desde nuestras monografías y desde este blog), esa historia que invade nuestro presente bajo la forma visible del Patrimonio (y así ocurre en el Casco Histórico de San Isidro) nos explica de dónde provenimos y quienes somos. Por eso merece el mayor de los respetos. Y si a ello se añaden los argumentos de calidad de vida vecinal y ambiente, entonces ya nada podría argüirse en contra de una iniciativa así de justificada y plasmada en un proyecto con tan claro abordaje conceptual y tan apropiada redacción. Y ¿qué mejor oportunidad que la próxima reapertura de la Plaza Mitre, para esta impostergable mejora de la gestión de su entorno como área protegida?

 

Al presentar este proyecto, la porción justicialista de la oposición en el Concejo Deliberante de San Isidro ha hecho su tarea con evidente acierto y responsabilidad ante el interés público. Ojalá que el oficialismo, como mayoría, responda con simétrica lucidez y compromiso. Y podamos disfrutar hoy de un Casco Histórico peatonalizado y accesible, pero a la vez garantizando para el mañana la preservación de la integridad de sus valores patrimoniales y ambientales como unidad de paisaje. Porque, como decía Johan Ruskin, los bienes patrimoniales no nos pertenecen: pertenecen a las generaciones futuras.






sábado, 5 de noviembre de 2022

CORSI E RICORSI: FUNDADA PREOCUPACIÓN POR EL PATRIMONIO MONUMENTAL DE LOMAS DE ZAMORA

Por Oscar A. De Masi


Decía Santo Tomás de Aquino que la virtud de la Esperanza consiste en la alegría anticipada por un bien futuro.

 

Ahora que soplan, por fin, nuevos aires en la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes Históricos por reemplazo de sus autoridades, germina la esperanza de una renovada mirada integral de nuestro patrimonio monumental. Esa expectativa es, por tanto, motivo de alegría para quienes respetan el pasado encarnado en los monumentos.

 

Por especial encomienda de la actual Presidenta del organismo (la Lic. Mónica Capano, una figura de referencia en la disciplina y, especialmente, en las vertientes del Patrimonio Inmaterial), días atrás y en mi carácter de asesor honorario de la institución, he realizado una visita al casco fundacional de Lomas de Zamora a efectos de realizar un relevamiento organoléptico en ese sector de alta densidad monumental.

 

Ha de recordarse que las declaratorias nacionales de bienes en esa área de la ciudad fue lograda en los tiempos en que el Arquitecto Alberto S. J. de Paula presidía la Comisión Nacional de Monumentos. Con él trabajamos en estas declaratorias tanto yo como Juan Martín Repetto y Pablo Willemsen. Todo atropello a las cualidades patrimoniales de esos bienes configura, también, un agravio a la memoria del principal cronista de la historia lomense, que fue nuestro querido amigo Alberto.

 

La reciente comprobación de situaciones que colisionan con las buenas prácticas en la disciplina ha sido consignada en los respectivos Informes elevados ante el organismo nacional y que, seguidamente, sintetizo:

 

A- Plaza “Victorio Grigera” (LHN)

 

1- Dado que el citado paseo ostenta el carácter de Lugar Histórico Nacional, queda por ello sometido a la superintendencia concurrente de la Comisión Nacional; por lo mismo, y toda vez que los trabajos los viene ejecutando el Municipio local desde hace ya varios meses, corresponde verificar en el organismo si existen informes, avisos u otro tipo de actuación administrativa a este respecto, producida por asesores o subdelegados locales, durante el mandato de la gestión directiva que culminó en julio de este año.

 

2- La Plaza se encuentra cercada actualmente por una malla perimetral que dificulta la toma de fotografías. Sin perjuicio de ello, se han obtenido algunas imágenes desde fuera del cerco, para mejor ilustración del caso.

 

3- Las obras que se observan consisten en la remoción de los muretes de ladrillos-vista de los canteros en el perímetro del paseo, para su reemplazo por otro tipo de contorno formado por módulos de hormigón. También se realizan reemplazos en las veredas perimetrales y en los senderos interiores. No se han observado, a la fecha, trabajos en el monumento sanmartiniano (BIAN), aunque sí se advierte movimiento de tierra y recortes en árboles.

 

4- Queda en evidencia que los aspectos perceptuales de la Plaza están siendo sensiblemente modificados por el reemplazo de morfologías, volúmenes y materiales tradicionales, que, aunque no podrían estimarse como originales, se hallaban ya consolidados en el imaginario vecinal tras el paso de varias décadas (como los muretes de los canteros, construidos con aparejo de ladrillos vista y de elegantes aristas curvas, que formaban las borduras del polígono), por otros elementos ortogonales de cemento y de baja altura.

 

5- Claramente, la imagen que ofrecerá la Plaza, una vez concluidas las obras, será diferente del registro que ofrecía al momento de su declaratoria como LHN, cuando junto a De Paula realizamos los relajamientos de rigor. Si estas suplantaciones responden a motivos funcionales o a un mero ejercicio de nuevas estéticas, es un tema que deberá dilucidarse a partir de una Memoria Técnica de los trabajos, la cual no se ha tenido a la vista.

 

6- En cuanto al trazado de los senderos interiores, no podría emitirse ahora opinión por no disponer de un plano que documente la propuesta.

 

7- En suma, la intervención no luce ajustada a un programa de recuperación de historicidad ninguna del paseo, ni sometida a un corte epocal determinado, sino más bien, como se ha dicho, parecería una operación de remozamiento ajena a los criterios patrimoniales y más bien alineada con ciertas nuevas tendencias estéticas para los espacios públicos que podrían encontrar su referencia modélica en las reformas más o menos recientes de las plazas de la Ciudad de Buenos Aires. Porque, más allá del color político, pareciera que es nota “aspiracional” de los municipios del conurbano, el querer parecerse a la Capital, aún a costa de despojarse de los rasgos identitarios tradicionales de sus espacios públicos.

 

8- Adicionalmente, corresponde hacer notar que la Municipalidad de Lomas de Zamora no ha atendido, hasta ahora, el reiterado pedido de la Comisión Nacional de Monumentos en el sentido de recuperar la paleta monocromática de la fachada del Palacio Municipal (MHN) llamado antaño el “Palacio Blanco” e incorrectamente pintada a rayas verticales desde hace varios años; y, del mismo modo, no ha dado señales de avance respecto de la reglamentación del “área de amortiguación visual” en el entorno de la Plaza “Victorio Grigera”, creada por decreto del PEN n.º 216/2007.








B- Conjunto monumental de la Catedral y el antiguo colegio parroquial (MHN)

 

Se han observado las siguientes situaciones que afectan al templo y a su local anexo, ambos declarados en la categoría de Monumentos Históricos Nacionales merced al decreto PEN 1020/2004.

 

1-En el presbiterio del templo catedralicio continúa instalado un dispositivo de metal a modo de pasarela, de ningún mérito estético e inconsistente con el lenguaje neorrenacentista del edificio, colocado por delante del retablo mayor, cuya intención es facilitar el acceso a la imagen devocional antigua de Nuestra Señora de la Paz y permitir que los fieles y promesantes, situados en tal altura y cercanía respecto de la hornacina que contiene el simulacrum, satisfagan los impulsos táctiles de su devoción mediante el tocamiento de la talla.

 

1.2- Ya nos ocupamos de este tema en este mismo blog, en mayo y en julio de 2017. En aquellas ocasiones reflexionábamos acerca de esa especie de anapiesma, que nos hacía acordar de la trampa por donde subían o bajaban los personajes en el teatro griego… o su parecido con el pescante o tramoya de la escena española. Ninguna de estas analogías favorece al artefacto en ese sitio.

 

1.3- Demás está decir que, con independencia del obstáculo visual que este cuerpo de tipo industrial plantea, y su impacto en los valores de amortiguación del retablo, el eventual contacto físico con la imagen (tocamiento devocional) conspira contra su adecuada conservación. Debe anotarse que durante el plan de puesta en valor y restauración aprobado por la CNMMyLH en el año 2006 y que motivó el convenio entre la autoridad diocesana y el Ministerio de Planificación Federal del 28 de diciembre de ese año, el Estado Nacional invirtió recursos presupuestarios en la recuperación de esa imagen, entre otros trabajos.

 

2- El mencionado plan de intervenciones aprobado en 2006 también incluyó trabajos de puesta en valor de la llamada Sede Parroquial (antes colegio parroquial). Entre ellos, una recuperación de su patio histórico, donde se preservó un mástil y se plantaron naranjos a modo de recreación de los plantíos de frutales a que el solar estaba destinada en su origen remoto.

 

Una vista del patio del viejo colegio parroquial, antes de su intervención en 2007. Obsérvese el mástil de la bandera como testimonio de época (Foto OADM, 2006).

 

 

2.1- Con sorpresa (casi diría que con estupor), como las imágenes lo atestiguan, se pudo observar que el patio, como tal, ha desaparecido (lo mismo que los naranjos plantados por indicación del Master Plan y solicitados con insistencia por Alberto de Paula, reemplazados… por un cactus!) como espacio histórico vinculado al edificio del viejo colegio, al haberse construido en su polígono un “cinerario” cuya estética resulta poco menos que inexplicable, en el contexto de la arquitectura academicista, tanto del edificio del antiguo colegio como del lateral este de la catedral.

 

2.2- La condición de Monumento Histórico Nacional de este edificio anexo al templo impone al propietario la obligación previa de someter ante la Comisión Nacional todo proyecto de intervención material, a sus efectos vinculantes y conforme la preceptiva de la ley 12665. ¿Se cumplió con este procedimiento o la modificación del sector del monumento ha acaecido en infracción a la norma?

 

3- Bonus Track para lectores exigentes: en relación con el origen del viejo colegio parroquial que integra el conjunto monumental declarado en el marco normativo nacional, transcribimos el siguiente párrafo:

 

“En 1925 se produjo un cambio importante en el entorno del templo y en la volumetría del conjunto, al construir en la esquina de la calles Sáenz y el antiguo Camino Real (hoy avenida Hipólito Yrigoyen) el colegio parroquial “Pbro. Dr. Antonio Sáenz”, obra del ingeniero Pedro Recalt”.

 

Cfr. DE PAULA, Alberto S.J. y DE MASI, Oscar Andrés, La Catedral de Lomas de Zamora. Historia y memoria de un templo bonaerense. CNMMyLH, 2008, p. 58.








jueves, 13 de octubre de 2022

EL RELATO DE LOS HERMANOS STOESSEL: UNA TRAVESÍA EN AUTOMÓVIL A TRAVÉS DE AMÉRICA

Por Oscar Andrés De Masi

 

“32.000 kilómetros de aventuras” es el título que resume la distancia y los avatares de una travesía en automóvil, desde Buenos Aires hasta Nueva York, durante los años 1928 y 1929. El ideal de confraternidad americanista, según los autores, podía fortalecerse con una política de vialidad capaz de vincular a los países limítrofes del continente. He allí el motivo, casi idealista, de esta curiosa aventura que, de paso, venía a probar, también, la calidad de los automóviles Chevrolet, en una época de puja comercial entre las distintas fábricas automotrices que aspiraban a conquistar los mercados del sur continental.

 

El relato fue publicado en 1930 por los protagonistas principales, los hermanos Adán y Andrés Stoessel, bonaerenses, hijos y nietos de alemanes. El abuelo había llegado en 1878 para establecerse en tierras de colonización en Hinojo (Olavarría). Don Miguel Stoessel, fundó la colonia “San Miguel”, cuyo nombre vino a recordarlo, junto con un paseo y un museo locales, de más reciente apertura.

 

Uno de sus hijos, Andrés, llegado a la edad de 18 años, decidió instalarse por cuenta propia en 1880, y en 1897 se radicó en Coronel Suarez, donde organizó la estancia La Curumulán. En 1919 entregó la administración a sus hijos .

 

Los hermanos Stoessel se propusieron demostrar empíricamente la viabilidad de una carretera literalmente “panamericana”, en un tiempo en que se hablaba de ella con una mezcla de promesa y de utopía. Utilizaron un Chevrolet “de serie” y pusieron rumbo al norte, junto al mecánico Humberto Tontini y al acompañante Carlos Díaz.

 

A tenor de su narración, sus peripecias fueron incontables y pudieron superarlas con ingenio, con la cooperación de las poblaciones nativas y sus fuerzas vivas en muchos casos, y con la ventaja de hallar en el camino las filiales del Automóvil Club Argentino. Y, por supuesto, gracias a la resistencia del vehículo elegido. El último capítulo del libro es, virtualmente, un panegírico de la empresa General Motors y sus procesos industriales. Antes de llegar a Nueva York, los viajeros pasaron por Detroit, “la cuna del Chevrolet”, donde fueron recibidos por los más altos ejecutivos de la compañía, y pudieron visitar la planta industrial y sus laboratorios de pruebas, lo mismo que el campo de ensayos de Milford. Antes que ellos, no muchos argentinos (quizá ninguno) habrían sido huéspedes agasajados en una visita semejante.

 

Soportaron caminos inhóspitos en las selvas peruanas o en los páramos colombianos, debieron sortear ríos y arroyos, padecieron inclemencias en las alturas cordilleranas y lluvias torrenciales, fueron presa de mosquitos, eludieron por poco a los caimanes del Magdalena y a los bandoleros nicaragüenses (bandas residuales de la diáspora del “sandinismo”, pero sin Sandino) y, tras llegar al destino pretendido, regresaron a la Argentina, mientras el Chevrolet permaneció como un recuerdo glorioso en el Museo de la General Motors en Detroit.

 

Por otra parte, el viaje sirvió como comprobación del prestigio que el nombre de Buenos Aires, como gran capital de timbre europeo, concitaba en el resto de Latinoamérica .

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 28 de septiembre de 2022

ARQ. CARLOS HILGER (1950-2022). IN MEMORIAM

 


A Carlos Hilger no lo veía desde tiempo atrás, y lo reencontré hace unos cinco años, por intermedio de Julio Cacciatore. Los temas de conversación no habían variado, aunque la maduración era diferente: la arquitectura, los seudo patrimonialistas vernáculos, el edificio Barolo y Palanti, la masonería, la Divina Comedia, Napoleón Bonaparte, Perón y el peronismo, Dante y sus cenizas, las mañas de los ambientes académicos, y, de nuevo, Dante, Palanti, Perón y Barolo…e ntre otras cosas.

 

Carlos poseía una inteligencia aguda y mordaz, nimbada por ese ineludible pesimismo que encierra todo sarcasmo. Pero no era un ser amargo: al contrario, su talante lo inclinaba al humor verbal y al juego de palabras. Su convicción política era explícita y coherente con su itinerario personal. No era proclive a las concesiones pasteleras para con los mediocres, los camaleones ideológicos o los impostores intelectuales y morales.

 

Cultivaba también cierta atracción por el recóndito universo de las rariora, arcana y aenigmática, aunque siempre hallaba una salida profana. Su conocimiento de la arquitectura moderna era tan sorprendente y connatural como su versación dantesca. Lo recuerdo, recitando de corrido largos párrafos del Infierno, en los cuales acentuaba la pronunciación italiana.

 

La tertulia con Hilger y Cacciatore ocurría, frecuentemente, en un lugar impensable para el convivio sapiencial: en la pizzería La Torre, de Retiro. De ese punto de encuentro sin pretensiones de elegancia, hicimos, por costumbre, un ámbito de causerie con ínfulas eruditas, que se prolongaba por no menos de tres o cuatro horas.

 

La preocupación por el patrimonio identitario argentino (su destrucción, su degradación, su falseamiento) era últimamente un punto de convergencia en nuestra agenda. Paralelo a “su” personal obsesión por aclarar en vano ante los medios de prensa, que no eran suyas muchas de las teorías esotéricas que erróneamente se le atribuían, a propósito del Palacio Barolo, cuyo “guión turístico” era también, para él, era una especie de cruzada personal.

 

Recuerdo ese homenaje que tributamos en el cementerio de la Recoleta al egregio lingüista Matías Calandrelli: los únicos asistentes fuimos Cacciatore (que escuchaba respetuosamente), Hilger (que filmaba respetuosamente) y yo (que leía el discurso). Fue algo cercano al bizarro, pero muy conmovedor.

 

Firmamos juntos (Carlos y yo) una nota para la revista Habitat el 12-X-2021, en la cual le pusimos nombre propio a la estulticia “cholula” y oportunista de encontrar valores patrimoniales relevantes y ejemplares en un chalet edificado en una azotea, frente al Obelisco, en flagrante infracción municipal epocal. Como dije antes, Hilger no hacía concesiones a la frivolidad. Yo tampoco y tampoco Cacciatore. Quizá por eso, mayormente, nuestra afinidad era instintiva.

 

Nos vimos por última vez hace unos meses, de visita, también junto a Julio, en el local anticuario de Enrique Espina Rawson, donde la charla versó acerca de las cosas porteñas de antes.

 

Et in Arcadia, ego… la muerte nos privó del brillo de su presencia y las ironías de su ingenio, pero no logra arrebatarnos el privilegio amical de recordarlo, mientras Carlos habite (desde el viernes pasado), por distancia y por vastedad, en los piélagos de la memoria.